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El contacto visual con los demás puede hacerte perder una discusión, en lugar de ganarla

7 octubre, 2013 16:17

Normalmente, cuando nos encontramos delante de un grupo de oyentes, o de un individuo solo, y discutimos una serie de argumentos sobre un tema determinado con el/ella, es probable que alguna vez hayamos sentido la necesidad (o de hecho, hayamos gritado): “¡Mirame cuando te estoy hablando!”. Dicha frase, en un contexto de confrontación verbal, podría buscar como final que su autor gane la discusión, porque impone, ¿no? Pues la realidad es que no. La realidad es que deberíamos pensar muy bien en qué contexto volvemos a pronunciar esta frase.

Según un estudio reciente, publicado en Psychological Science, los individuos que mantenían contacto visual con un altavoz eran menos abiertos de mente y se mantenían firmes en sus creencias anteriores, mucho más que los individuos que miraban a otro sitio.

Como ya sabéis, el contacto visual con otra persona puede expresar unión o amenaza, según la situación. Si se da un contacto visual entre una madre y su bebé, este contacto visual ayuda a construir una relación más fuerte e íntima. O, si el intercambio visual se produce en un pub o bar entre un individuo y una posible pareja sexual, el intercambio de miradas aumenta la atracción y activa los centros de placer cerebrales.

Sin embargo, en situaciones de amenaza, el contacto visual entre dos individuos puede llegar a ser similar a la mirada de un toro a punto de embestir. Sino pensad en esas películas del Oeste donde los pistoleros tienden a mirar hacia el suelo antes de empezar el tiroteo.

Como comenta la autora y psicóloga social Julia A. Minson:

“Cuando los animales establecen contacto visual, lo hacen generalmente antes de una pelea por un dominio. Por ejemplo los perros no se miran a los ojos a menos que esten a punto de luchar entre ellos”

De hecho, si tenéis un perro en casa y probáis a intentar mantenerle la mirada, comprobareis que acabará ladrandoos, pues ellos lo ven como una declaración de lucha como poco (ni se os ocurra hacerlo con un perro desconocido, pues el resultado puede ser bastante malo).

Por tanto, estos hallazgos contradicen la creencia popular de que fijar la mirada en el otro individuo creará más cercanía y por tanto hará congeniar a dicho individuo con nuestro argumento. Todo lo contrario, ya que este individuo se mantendrá fijo en sus creencias.

Para comprobar estos resultados, antes del experimento los participantes fueron encuestados sobre su opinión acerca de varios temas polémicos, como la cría de animales o la energía nuclear. Posteriormente, se les puso delante de vídeos que apoyaban un discurso totalmente opuesto a sus opiniones y se siguió su mirada mediante una tecnología de seguimiento ocular mientras veían estos vídeos. Al final, se les preguntó a los sujetos si su actitud había cambiado.

Según los resultados, los participantes que se centraban en la mirada de los oradores eran menos propensos a ceder en sus opiniones que aquellos que miraban a otras partes de la cara del orador en cuestión. Es más, se comprobó tanto el contacto visual espontaneo como el forzado, y el resultado era el mismo.

Así que, en la próxima discusión en la que participeis, si de verdad queréis convencer a vuestro interlocutor, ni se os ocurra mirarle a los ojos.

Vía | The Washington Post.