La psicología detrás de Papa Noel (Santa Claus)
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Aprovechando estas fechas tan señaladas es interesante ahondar un poco en una de las tradiciones más bonitas que recordamos de niños, la historia de Papa Noel. Desde pequeños se nos cuenta como este hombre barbudo y regordete es capaz de observarnos, de viajar muy rápido por todo el mundo y de repartir juguetes a los niños que se han portado bien. Pero… ¿Por qué todo esto? ¿Es bueno para los niños? La respuesta corta es sí, es bueno en cierta forma.
¿Qué efectos positivos tiene la tradición de Santa Claus?
Lo cierto es que son muchos (no solo Papa Noel) los personajes ficticios en los que los niños creen y que resulta tienen un factor de aprendizaje e impulso del desarrollo cognitivo de ciertas habilidades:
– Les enseña de forma simple a empezar a diferenciar el bien del mal, portarse bien y portarse mal. También les enseña que hay consecuencias a sus actos. Si no se portan bien, no hay regalos. Lo que en un principio es un principio moral que deberán interiorizar con los años es necesario primero aprenderlo y entenderlo a través de refuerzos externos.
– Fomenta la curiosidad, la creatividad y la imaginación, a medida que los años pasan y los niños van creciendo empiezan a buscar respuestas a los datos que no les cuadran, a crear teorías e imaginar formas en las que Papa Noel puede realizar su trabajo. La imaginación y la fantasía son vitales para el desarrollo de la mente infantil, permiten la abstracción y la metarrepresentación de cosas.
– Crea recuerdos muy bonitos que formaran parte de esa infancia feliz que todos recordamos, puede que no recordemos nuestro primer día de colegio pero seguro que recordaremos las tradiciones que componían la navidad.
– Para aquellos que lo descubren solos puede significar algo positivo pues les enseña a empezar a cuestionarse todo lo que se les dice, a razonar las cosas y a confiar en sus instintos y sus razonamientos. Muchos a pesar de la tristeza pueden sentirse orgullosos de haber conseguido vencer los “intentos” de los padres por mantener la teoría.
– Les enseña a distinguir entre fantasía y realidad, cuando están preparados para ello, cuando se descubre el pastel. Hasta los 5 años el pensamiento es mágico y no saben distinguir entre fantasía y cosas reales, pero a partir de los 6 años sí.
– Es una forma de iniciar la tradición de la navidad, que tal vez sin la historia de Papa Noel no puedan entender. Le da un sentido a la colocación del árbol, las luces, etc… Cuando sean más mayores ya se les explicará el verdadero significado pero tal vez esta sea una forma más simple de iniciar esta tradición, de darle el valor de “momento especial” en el que la gente se porta bien con los demás y se pasan momentos de celebración en familia.
El 53% de los niños descubren la verdad de alguien que no son sus padres. Hay teorías que barajan que los padres puedan mantener estas historias para preservar la inocencia de los hijos y que estos sigan manteniendo cierta dependencia de ellos, pero lo cierto es que los padres también entristecen cuando la verdad sale a la luz, pues es el fin de unos bonitos años en los que todo giraba alrededor de la idea de Papa Noel y esa magia.
¿Cuándo y cómo decirles la verdad?
No es hasta los 6 años que empiezan a ser capaces de distinguir entre fantasía y realidad. El momento idóneo para decirles la verdad estaría entre los 7 u 8 años. Hay que ir alerta de no dejarlo demasiado tiempo pues si todos los chicos de su edad ya han descubierto la verdad puede sentirse algo estupido al no haberlo sabido el antes. De todas formas un buen indicador para conocer el momento adecuado es cuando ellos mismos nos comienzan a hacer preguntas, cuando vemos que les empieza a descuadrar lo que les decimos, esto son indicadores de que su capacidad de razonamiento les va a permitir entender lo que les digamos. Así podemos aprovechar una de sus preguntas para contarles la verdad dejándole ver que el mismo se había dado cuenta.
El cómo decírselo dependerá de cada familia, siempre de forma clara y sencilla y acorde a la edad del niño y la cultura.
Una estrategia es darle alguna pista o cometer algún “fallo” si vemos que el niño está cerca de descubrirlo pero no del todo. De todas maneras tampoco es que este contraindicado decírselo directamente si pasa mucho tiempo y vemos que el resto de niños de su edad ya lo saben y el no.
Es importante hacerle saber al niño, que no todos los demás niños (o hermanos pequeños) lo saben y que por ejemplo al ser más mayor tiene que guardar el secreto hasta que los demás lo sepan. Así lo pueden ver como un símbolo de su madurez y darle alguna connotación positiva al hecho de haber descubierto lo que realmente ocurre. Sí es cierto que no hay que presionarles, muchos niños necesitan comentarlo con amigos para acabar de asimilar la nueva noticia. Si quiere contarlo no se le puede obligar a no hacerlo.
Si bien es cierto que hay niños que se niegan a aceptar la nueva realidad, que se enfadan o lloran, lo cierto es que no hay ningún estudio que demuestre que esto tenga ningún efecto traumático sobre ellos.
Hay que añadir que esta tradición como muchas otras forma parte del legado “cultural” es decir, el grupo social la comparte, si bien es cierto que no es necesaria o indispensable podría suponer un desplazamiento con el resto de iguales del grupo de edad el no formar parte de ella.
Hay mucha gente que está en contra de mentirles a los niños, y yo, de primeras diría que como regla general también, pues creo que en ocasiones puede entorpecer su desarrollo psicológico e infantilizarles más de lo que toca, pero, lo siento, en este caso no. No creo que ningún adulto recuerde traumáticamente la época de Papa Noel, al contrario creo que todos evocamos nostalgia, recuerdos felices e historias divertidas y recordamos el esfuerzo que realizaron nuestros padres por crear esos recuerdos.
Fuente: Pacific Standard, Planeta mamá.
Imagen: Fotopedia-flickr.