Ahora todos nos creemos muy listos con nuestros smartphones, nuestras smartTVs, y nuestros smartwatches, pero para llegar hasta aquí hemos creado algunos inventos… estéticamente poco favorables pero que buscaban solucionar problemas crecientes. Por ejemplo, la Primera Guerra Mundial y el uso de artillería pesada hizo necesario encontrar alguna manera de detectar y localizar los disparos realizados a lo largo de todo el campo de batalla. Aunque las patentes de detectores de sonido datan del siglo XIX como mínimo, fue en la Gran Guerra cuando finalmente encontraron su utilidad.

Como detectar rayos de una tormenta

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El problema es que estos localizadores de sonido eran bastante aparatosos. Algunos modelos eran portátiles y eran entregados a soldados que contaban el tiempo que pasaba desde que veían la luz del disparo y escuchaban su sonido. Realizando un simple cálculo podían saber a qué distancia exacta se encontraba el enemigo y ajustar su propia artillería para eliminarlo. Pese a que en teoría suena bien (y nunca mejor dicho), en la práctica no tuvo mucho éxito.

Habla mas alto que no te escucho

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Los localizadores mas extremos medían varios metros longitud y consistían en grandes trompas o cuernos que atrapaban el sonido, aunque con el tiempo estos desarrollos fueron “miniaturizándose”. Además, la tecnología de grabación de sonido fue bajando de coste cada vez mas, hasta el punto de que fue posible grabar esos sonidos para estudiarlos con detenimiento con los primeros algoritmos de procesamiento de sonido y averiguar detalles como el calibre del cañón además de la localización y hacia dónde apuntaba.

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Para la Segunda Guerra Mundial, la tecnología ya había avanzado lo suficiente como para ser muy usada en todos los bandos, aunque la llegada del radar la dejó obsoleta. Ahora lo único que queda de estos desarrollos son los ridículos aparatos que fueron creados en su momento.

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Fuente | The Douglas Self Site