Descubren un método que transforma los malos recuerdos en agradables
¿Cuántas veces hemos deseado poder dejar de sentir algo? Olvidar experiencias traumáticas, eliminar recuerdos y pensamientos recurrentes al respecto, olvidar esas manchas negras de nuestras vidas… Parece que se abren nuevos caminos, caminos que desatarán nuevos dilemas….
El experimento
Llevado a cabo por la MIT (Instituto Tecnológico de Massachusets) este experimento consiguió alterar recuerdos sin la utilización de sustancias químicas.
El estudio, publicado en la revista Nature y liderado por el premio nobel Susumo Tonegawa ha logrado cambiar las sensaciones de angustia y miedo asociadas a una experiencia por otras placenteras y a la inversa, que recuerdos placenteros se asocien con emociones de estrés o miedo.
¿Cómo lo hicieron? Estimularon el hipocampo (giro dentado) con un láser. En concreto estimularon los circuitos asociados con la memoria contextual y la amígdala que codifica los sentimientos asociados con esas situaciones. La técnica se llama OPTOGENÉTICA y consiste en la estimulación (control de la actividad) de las neuronas mediante luz.
Este experimento fue llevado a cabo en ratones (no ha sido probado todavía en humanos). Inicialmente situaban a los ratones en cajones de arena con hembras (para crear emociones positivas) o un cajón que les proporcionaba descargas (lo asocian con emociones negativas) y así formaban primero la memoria contextual para luego modificarla. La conducta del roedor demostraba si se había hecho la asociación, ante la asociación negativa el ratón evitaban el cajón, ante la positiva se sentían muy cómodos en el cajón.
Mediante el engrama (estructura de interconexión neuronal estable) codificaban las neuronas encargadas de un recuerdo específico, las identificaban mediante una proteína sensible a la luz llamada canalrodopsina. Cada vez que se estimulase esa zona las ratas recordarían el recuerdo específico asociado con esa zona.
Posteriormente, en la segunda parte del experimento, situaban a los ratones en otro cajón con dos zonas (durante 3 minutos) y registraban que zona preferían. Después, en la siguiente fase, se procedía a estimular la zona del recuerdo cada vez que el ratón pisaba la zona preferida del cajón, en los que tenían un recuerdo de miedo la reactivación de la zona asociada al mismo hizo que esta se asociara con el lado preferido del cajón y el ratón acabara evitándolo también (a pesar de no haber vivido ninguna situación aversiva en el mismo), en los que el recuerdo era positivo la estimulación hacía que el ratón encontrara aún más agradable la zona favorita del cajón (pasaba más tiempo en ella). Lo que ocurría es que la memoria contextual antigua (adquirida por aprendizaje) quedaba ahora asociada a esa nueva situación aún si la situación no era congruente con la misma.
Pasados unos días intentaron revertir el proceso, para ello estimularon la zona asociada a la memoria del miedo durante 12 minutos mientras los ratones que habían formado parte del grupo de condicionamiento aversivo se relacionaban con hembras. Y los ratones empezaron a pasar más tiempo en ese lado. Lo que demostraba que se había producido una asociación agradable que había sustituido a la de miedo, se superpusieron recuerdos. Los efectos fueron los mismos en la reversión para el grupo de condicionamiento agradable.
Cierto es que este proceso puede ocurrir de forma natural, por ejemplo si una experiencia aversiva real le ocurriera a la rata en su zona favorita, pero el logro de este equipo es que se saltaron la vivencia real de la experiencia induciendo directamente el efecto cerebral de la misma sin que esta ocurriera.
¿Borrar o no borrar? ¡He ahí la cuestión!
En ratones está muy bien todo, pero ¿Y en humanos? ¿Sería productivo borrar un recuerdo? ¿Cómo elegiríamos que tipos de recuerdos se pueden borrar y cuáles no?
Lo cierto es que la memoria tiene la función de dotarnos de aprendizaje, aprendemos por ensayo-error, por repetición, aprendemos de nuestros errores. La emoción asociada a ese recuerdo negativo es la que impide que volvamos a cometer ese error (pues deseamos evitar la mala sensación). Si borrásemos ese recuerdo emocional negativo… ¿Afectaría eso a quienes somos o cómo nos comportamos? Está claro que borrar las emociones asociadas a una violación o agresión física (un trastorno por estrés postraumático) puede ser útil… Pero al mismo tiempo hacerlo así haría que no fuera necesario que la persona adquiriera las herramientas de manejo emocional que se aprenden al hacer lo mismo de forma más lenta a través de una terapia, técnicas que dotan a la persona de herramientas para afrontar nuevas situaciones que se presenten en un futuro, es decir, nos saltamos el aprendizaje.
Pero… ¿Y si lo que queremos borrar es un fracaso personal, una ruptura? Aún más necesario sería aprender a vivir con ello y superarlo, sino seríamos vulnerables y no pasaríamos por esa fase de aprendizaje emocional.
Yo lo veo útil en casos en los que la emoción es incapacitante. Sin duda es algo muy interesante e innovador y está por ver cómo avanza el camino por este sendero y hasta qué punto funciona de igual manera en humanos.