Intolerancia y alergia a la lactosa: Todo lo que debes saber
Pese a ser una enfermedad bastante común, apenas se habla de ella. Hoy nos toca el turno a nosotros, y que menos que ofrecerle un hueco más en nuestra cabeza a los detalles que hacen de la intolerancia a la lactosa un déficit curioso y peligroso.
¿Cuál es el origen de la intolerancia a la lactosa?
Si hablamos del malestar que frecuentemente genera, se debe a que tras la ingesta de productos lácteos o leche, nuestro cuerpo incorporará lactosa, un disacárido que no podrá ser digerido en los individuos que padezcan de intolerancia, pues poseen un contenido muy bajo de lactasas en las microvellosidades del intestino. La lactosa no digerida pasará al intestino grueso, dónde liberarán sustancias de desecho, como el metano y algunos ácidos de cadena corta que serán los responsables de las nauseas, el dolor abdominal los espasmos o la diarrea.
El origen de la intolerancia es bastante difuso, sin embargo se conoce que los cambios en el organismo son graduales, y que generalmente son heredados. Estudios demográficos han encontrado que esta afección era más frecuente en adultos de origen asiático, africano o nativo americano. A escala mundial, ¡afecta a casi el 70% de la población! Si tuviste la mala suerte de heredar la intolerancia a la lactosa, tendrás que ir dejando gradualmente los productos lácteos.
Si os sirve de consuelo, hay casos peores, pues existe una variante de esta afección que presenta el déficit de lactasas de forma congénita, es decir, desde el nacimiento. En estos casos, si no se elabora una dieta libre en lactasas se pueden producir lesiones irreversibles en el organismo que alterarán gravemente su desarrollo.
¿Qué podemos hacer frente a la intolerancia a la lactosa?
Para empezar, si creemos que padecemos alguno de sus síntomas, o generalmente aparecen alrededor de 30 minutos después de la ingesta de | algún producto lácteo, debemos de acudir a nuestro médico de cabecera. El método más utilizado para su diagnóstico es el test de hidrógeno en el aliento, que cuantifica la presencia de hidrógeno, que forma parte de los desechos de la lactosa, mediante un spray se le suministra al paciente la lactosa, y después se recoge la actividad tras soplar en una serie de bolsas.
Una vez conozcamos que poseemos la intolerancia o no, debemos de atender al grado de sensiblidad que presentamos hacia la lactosa, que generalmente, decrece con la edad:
- Sensibilidad alta: toleramos de 1 a 4g.
- Sensibilidad media: toleramos de 5 a 8g.
- Sensibilidad baja: toleramos de 9 a 12g.
Poco a poco debemos de reducir el consumo de productos lácteos, sustituyéndolos por derivados sin lactosa, entre los que disponemos de una amplia gama en el supermercado. Si nos cuesta sustituir el tradicional tetra brik de leche, podemos recurrir a otra alternativa, un poco más costosa, y consiste en tomar la leche junto a cápsulas con lactasas.
Intolerancia y alergia a la lactosa: Similitudes y diferencias
Mucha gente tiende a confundir la intolerancia a la lactosa con la alergia hacía las proteínas presentes en la leche de la vaca, principalmente betalactoglobulina y caseína. Sin embargo, estas dos afecciones presentan más diferencias de las que creemos. Para empezar, la alergia a las proteínas lácteas presenta una sintomatología generada por la respuesta del sistema inmune hacia estas proteínas, y que generalmente se produce en el periodo de desarrollo del niño, en los 3 primeros años de vida, frente a la respuesta en el sistema digestivo, que generalmente se desarrolla en el estado de adulto que sufre de intolerancia.
Además, la alergia puede desaparecer a los 4 años de edad si se ha llevado a cabo un régimen estricto, y la introducción progresiva de leche de vaca, mientras que si la intolerancía es genética, solo podemos evitar la bajada de sensibilidad.