Si estuvieras en la Antártida... ¿sentirías que estás boca abajo?
Siempre hemos visto la Tierra como una esfera (más o menos) sobre la que todos nos movemos y vivimos. Siempre bocarriba y sin que nadie se caiga, por la gravedad. Sin embargo, cuando hacemos el pino, nuestro cuerpo es consciente de nuestra posición extraña respecto al mundo, pero cuando vamos a Australia, no notamos diferencia con España, por ejemplo. En otras palabras: ¿Por qué los australianos no notan que están boca abajo?
Nuestro problema tiene como de costumbre varios enfoques posibles. Está el enfoque físico y el enfoque biológico. Ambos enfoques se complementan y dan la respuesta definitiva que quizás no es la que esperamos. Empecemos por la más técnica primero, la física.
El enfoque físico: Bocarriba y boca abajo
Desde un punto de vista físico, formulamos la pregunta equivocada. La pregunta interesante es: ¿Están ellos boca abajo o somos nosotros? Y la respuesta es: Ninguno de los dos. Y es que en física no existen tales conceptos, no hay direcciones “arriba y abajo” porque realmente no tiene sentido hablar de ellas. Un rayo de luz se mueve igual en cualquier dirección, la inclinación de una galaxia no afecta para nada a su comportamiento… todas las leyes de la física son independientes de la dirección que escojamos para estudiarlas.
El hecho de que siempre veamos el norte en la parte de arriba de los mapas se debe a que para los que vivimos en este hemisferio (que somos mayoría y están los países más poderosos) es más cómodo estudiar la tierra así. Si el poder económico social y político estuviera en el Sur probablemente nos preguntaríamos por qué los del norte no nos caemos.
El enfoque biológico: Bocarriba y boca abajo
Todo esto es muy bonito y tiene sentido, pero yo sigo distinguiendo arriba y abajo; aunque para la física no, para mi son cosas importantes. ¿Por qué arriba no es lo mismo para mi que para alguien en la Antártida? Bueno, lo cierto es que sí es lo mismo. La definición de arriba y abajo más técnica es la misma para ambos, pero apuntaríamos a sitios bastante diferentes.
Esto se debe a que la propiocepción (la percepción de nosotros mismos) es algo relativo y fruto de un desarrollo evolutivo. Por mucho que la física sea igual, es importante para cualquier animal saber distinguir el suelo del cielo y tener unos patrones que indiquen hacia dónde van las cosas, dónde está la Tierra, etc. Por eso existe en nuestro cuerpo los sistemas de posicionamiento y equilibrio.
Lo sepamos o no, todos estos sistemas están basados en gravedad y la dirección de empuje de esta se toma como referencia. Así, si de repente una fuerza gravitatoria mayor que la de la Tierra tirara de nosotros hacia arriba, probablemente nuestro concepto de arriba y abajo cambiará, o al menos pasara por una “crisis de identidad“. Nuestro cerebro no sabría distinguir arriba de abajo porque el criterio que usa es gravitacional.
Un ejemplo de estos sistemas son el caracol y los conductos semicirculares (o laberinto) en el oído interno que mediante la posición de un líquido que existe dentro de ellos son capaces de visar al cerebro de nuestra posición con respecto al suelo, incluso con los ojos cerrados. Estos son los principales “chivatos” que dan el aviso de que estamos boca abajo, pero solo cuando hay más líquido en la parte superior que en la inferior, lo cual no pasa en Australia, ni en ninguna parte de la Luna; salvo que hagamos el pino.