¿Cuánto mide el área cerebral dedicada al pene?
Noticias relacionadas
En un principio, con unos conocimientos básicos sobre neurociencia, deberíamos pensar que el área cerebral dedicada al pene debería ser bastante grande teniendo en cuenta la cantidad de sensibilidad que posee este órgano. Os hablo del famoso “homúnculo de Penfield“, una representación grotesca de la sensibilidad del cuerpo humano a nivel cerebral que podéis observar en la portada del artículo de hoy. Dicha representación data de la década de 1950, y como podéis observar se destacan partes como los labios o las manos, pues son las zonas más sensibles del cuerpo humano y por ello ocupan más espacio en el cerebro (según la representación).
Ahora bien, el periodista Rolf Degen ha planteado una curiosa cuestión en su perfil de Google +: ¿Cuánto ocupa el área cerebral dedicada a los estímulos táctiles del pene?
El área cerebral dedicada a la sensibilidad del pene
En esta ocasión, Degen se basa en un nuevo libro escrito por Zoe Cormier, “Sexo, drogas y rock ‘n’ roll“, en el cual se habla de una representación del pene en este homúnculo sensorial más realista respecto a lo que sabemos hoy en día. Según Degen, la representación de la corteza cerebral sensorial del homúnculo de Penfield de la década de 1950 es de esta manera porque los científicos fueron tímidos y suprimieron la realidad, es decir, que el pene (y los genitales en general) deberían tener una enorme zona representada en este gráfico sensorial. Y como podemos observar, no es así.
De hecho, la escritora de ciencia Zoe Cormier lo refleja así en su libro:
“Los científicos imaginativos de la década de 1950 dibujaron un modelo espectacularmente feo del cuerpo humano que ilustra la importancia relativa de las regiones anatómicas reflejadas por tamaño según la dedicación de la corteza somatosensorial. El tamaño de la corteza dedicado al pene debería ser gigantesco, pero los investigadores de la década de 1950 no reflejan esto en su ilustración”
En su libro, Cormier cita al conocido Journal of Neuroscience para hablar de un homúnculo más realista, pero en este caso la investigación citada no habla de “tamaño”, sino de “ubicación” de la zona del pene. Por su parte, el periodista Degen se puso a investigar en Google y encontró un blog donde había una representación más “realista” del área cerebral sensorial dedicada al pene, pero no era real, pues era una broma del autor. Y dicha broma es importante, porque el autor aprovecha para plantear una cuestión a tener en cuenta:
“Me parece graciosa la cantidad de atención que ponemos al pene y los genitales respecto al espacio que deberían ocupar en el homúnculo sensorial…”
El error de confundir agudeza táctil con sensibilidad
No es descabellado darse cuenta de la razón que tenía el autor de dicho blog, cuyo post si os fijáis es del pasado año 2011, y seguimos prestando atención a cosas equivocadas. Por suerte, el periodista Degen se da cuenta: El homúnculo de Penfield representa anatómicamente la sensibilidad en la corteza somatosensorial cerebral, y esta sensibilidad se traduce por agudeza táctil, no por las cualidades emocionales o placenteras del tacto.
En otras palabras, el homúnculo representa la agudeza de la zona de tacto, pero no tiene nada que ver con lo que se sienta en la zona tocada en cuestión. Por ejemplo, necesitamos una gran agudeza táctil en los dedos, pues usamos las manos para reconocer objetos con una agudeza innecesaria en la espalda, o en otra zona corporal. En el caso del pene, o los genitales en general, no se necesita “agudeza“, sino que el sentido táctil de la zona es necesario a nivel emocional y placentero, desde luego no es necesario para reconocer objetos (como sucede con las manos).
Para finalizar, también hay una excesiva tendencia en la neurociencia a pensar que “más es mejor“. Es decir, que si se encuentran pacientes con una área cerebral más pequeña, es signo de deterioro de la función de dicha área; o al contrario, si hay mayor actividad cerebral en un área, o un área cerebral es de mayor tamaño, es mejor. Sin embargo, hay muchos ejemplos en la neurociencia que contradicen esta tendencia