El calor nos vuelve agresivos
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Todos nos quejamos en invierno de lo que deseamos que llegue el calor, en verano presumimos de playa, mar y solecito, pero lo cierto es que los estudios demuestran que el calor nos vuelve más violentos y agresivos y que puede no ser tan bueno como pensamos para nuestra cordura.
Puede que no sea un cambio muy grande pero te habrás dado cuenta de que con el calor la gente tiene menos paciencia (basta ver a la gente conducir en verano), las discusiones escalan más rápido y por lo general estamos más hostiles. Y es que el cuerpo funciona bien a temperaturas óptimas, sin embargo con temperaturas superiores debe gastar recursos para mantener el equilibrio, recursos que no dedica a otras áreas, además las temperaturas altas son una situación de “estrés” físico. La energía que se dedica a regular la temperatura es energía de la que el cuerpo (y el cerebro) no disponen para controlar los impulsos.
Los 37 grados son la temperatura corporal ideal, por encima de los 40 ciertas funciones y órganos empiezan a fallar, para que el cuerpo se mantenga en 37 grados la temperatura exterior debe estar alrededor de los 27. A partir de los 32 y hasta los 40 grados ambientales pueden aparecer calambres y agotamiento en el cuerpo de la persona (aunque la temperatura exterior no es la única que nos interesa ya que según la humedad tendremos la temperatura aparente que es la que cuenta). De los 40 a los 54 grados ambientales implica que el organismo debe limitar seriamente su actividad para sobrevivir, por encima de esa temperatura ambiental es muy probable que ocurra un infarto.
Además de la experiencia de cada uno en estas condiciones hay estudios que han comprobado cómo se da un aumento de las tasas de crimen en verano, especialmente en épocas con olas de calor o temperaturas inusualmente altas. Aunque esto puede darse por situaciones más oportunistas, (como siempre es una correlación no una causa efecto), hay que tener en cuenta que en verano muchos hogares quedan vacíos por vacaciones, hay congregaciones mayores de gente en lugares públicos, los adolescentes ya no tienen clase, etc… es decir otros factores asociados (pero que no son directamente el calor) pueden tener que ver con estas tasas.
Si bien pues no podemos fiarnos solamente de la estadística, existen estudios que explican el estrés físico que produce el calor y que explican las alteraciones de conducta consecuentes (la violencia y agresividad de la que hablábamos). Estos estudios nos hablan de como la elevación de la temperatura causa un aumento en la tasa cardíaca, la testosterona y otras reacciones metabólicas que activan el sistema nervioso simpático, que es el encargado de la respuesta de huida o lucha, de ahí que los sujetos estén más predispuestos a una respuesta agresiva (de lucha). Otra teoría es la de la incomodidad, según esta teoría cuando ocurre algo que nos incomoda y sobre lo que no tenemos control solemos verter esa frustración y el enfado que la situación nos provoca sobre los demás.
En conclusión: No podemos decir que en verano seamos la mejor versión de nosotros mismos. Es recomendable tomar precauciones, sí, pero no solo las de hidratación y mantenimiento de la temperatura, sino también en autocontrol emocional.
Fuente: The Guardian, The Guardian, Abpischools, Healthline.