El hombre, una evolución basada en extinciones
Así nos lo confirma el líder de la investigación, el Dr. Anjali Goswami:
“Cuando los dinosaurios se extinguieron, muchos de los competidores y depredadores de los mamíferos desaparecieron, lo que significa que aquello que limitaba y presionaba el crecimiento y la expansión, el dominio de los mamíferos, fue eliminado. Los mamíferos, de este modo, tomaron ventaja de dicha coyuntura aumentando el tamaño de sus organismos y su diversidad. Los mamíferos evolucionaron hacia una mayor variedad de formas durante los primeros millones de años tras el gobierno aplastante de los dinosaurios”.
El material de estudio de la investigación constó de huesos y dientes de 904 fósiles con el objetivo de medir las diferencias anatómicas entre especies y construir un árbol evolutivo donde se incluyesen 177 especies de Eutheria (el grupo de mamíferos que incluye las especies más cercanas a nosotros que a los canguros). De esas 177 especies, 94 pertenecían al Paleoceno, por lo que se pudo construir el árbol con mayor representación hasta el momento de mamíferos del Paleoceno. A partir de aquí, el árbol generado fue analizado en diferentes secciones de tiempo desde hace 140 millones de años hasta nuestros días, de forma que se pudiesen detectar los cambios en las especies. De este modo se pudo analizar y concluir con datos fidedignos que las extinción de unos, en este caso de dinosaurios, supuso la divergencia explosiva de los mamíferos.
Como hemos visto, el fin de los dinosaurios trajo consigo un abanico de posibilidades para los mamíferos y para los descendientes de los dinosaurios, las aves. Continuaremos con los primeros.
El hombre y los mamíferos
Nuestra especie dio a luz hace alrededor de una centena de millar de años en el continente africano, desde donde empezó la conquista del mundo, con un éxito que Alejandro Magno y Napoleón habrían calificado de puerilmente optimista.
Pues bien, resulta que, casi siempre, la llegada del hombre a un nuevo escenario trajo consigo la extinción inmediata de mamíferos. Por ejemplo, con la llegada de nuestra especie a lo que hoy sería Estados Unidos, hace unos 11.000 años, se produjo la desaparición de los mamuts. Del mismo modo, hará unos 30.000 años, los hombres empezaron la colonización de Australia, lo que supuso el principio del fin de los canguros gigantes. Pero tampoco tenemos que cruzar todo el planeta para encontrar casos similares. En nuestras Baleares existía una cabra, la Myotragus balearicus, que había superado verdaderas crisis ecológicas hasta que vino una última, la humanidad, hace 5.000 años. 6.000 años antes sucedió algo similar en Chipre, donde la llegada del hombre trajo consigo la desaparición de hipopótamos y elefantes enanos.
Es evidente que el factor climático es muy importante, pero la influencia de la humanidad es decisiva en muchos de los casos, quiso sentenciar Jesús Rodríguez, investigador del CENIEH, y esto porque las extinciones no se produjeron en la misma fecha, sino que, más bien, obedecieron al momento de llegada de nuestra especie a los lugares en cuestión. Además, se llega a esta conclusión porque lo común sería que una extinción trajese consigo la ocupación del lugar de la especie extinta por un competidor, pero en muchos de estos casos, en muchas de estas extinciones no se ocupa el lugar, no hay sustitución del espacio ecológico.
Hay que mencionar que nuestros antecesores, por nombrar, los Homo erectus, poblaron el mundo cientos de miles de años atrás, pero ninguno resultó tan letal para el resto de especies como los H. sapiens, quizás porque no eran tan eficientes a la hora de cazar y porque no se reunían entorno a densos núcleos de población. Sin embargo, los heidelbergensis, que cazaban con jabalinas, tampoco supusieron un impacto tan profundo sobre el resto de especies.
Desde nuestros inicios, nuestro camino, nuestra historia, ha estado plagada de extinciones de otra especies. ¿Podremos combatir el cambio climático, última consecuencia ecológica de nuestro hegemonía? ¿Evolucionaremos? ¿Nos extinguiremos? Muchas cuestiones de este tipo pueden surgirnos tras la lectura minuciosa de los estudios anteriormente desarrollados. Sigamos preguntándonos, ahondando en nuestra infinita curiosidad, pues eso si que es un elemento clave de nuestra idiosincrasia.
Fuentes: ElPaís, ScienceDaily