¿Qué tiene que ver la ansiedad con el sexto sentido?
Muchas veces nos descubrimos intuyendo cosas que no vemos, oímos ni tocamos pero creemos que ocurren. Le llamamos corazonada, una señal de que alguna cosa no está siguiendo su cauce normal. ¿Existe un sexto sentido que pueda explicar la previsión de un peligro?
Podría ser, según investigadores franceses del French Institute of Health and Medical Research (INSERM), que han hallado por primera vez las regiones específicas del cerebro que podrían estar involucradas en este fenómeno. La explicación podría estar en que, al parecer, el cerebro dedica más recursos de procesamiento a las situaciones sociales que señalan una amenaza que a las que no suponen ningún peligro.
Los resultados, publicados en la revista eLife, podrían según los autores ayudar a explicar el “sexto sentido” al descubrir que el cerebro humano es capaz de detectar amenazas sociales en una región determinada del cerebro casi de manera automática, tan sólo 200 milisegundos.
Ansiedad como predictora
Aún más sorprendente para los científicos ha sido el descubrimiento de que los individuos que presentan más niveles de ansiedad detectan la amenaza en una región diferente del cerebro de las personas que son más relajadas. Antes de este hallazgo los investigadores creían que la ansiedad podría conducir a un estado de hipersensibilidad a las señales de amenaza. Sin embargo, el nuevo estudio muestra que la diferencia entre estas regiones cerebrales tiene un propósito útil. Las personas ansiosas procesan la amenaza en las regiones del cerebro responsables de la acción. Mientras tanto, las personas no tan ansiosas la procesan en los circuitos sensoriales, responsables de reconocimiento facial.
Las muestras faciales de una emoción determinada pueden ser ambiguas a la hora de ser reconocidas, pero los investigadores lograron identificar qué es lo que hace una persona que se siente particularmente amenazada. Detectaron que la dirección en la que una persona está mirando es clave para aumentar la sensibilidad a nuestras emociones. Así, la ira combinada con una mirada directa produce una respuesta en el cerebro en tan sólo 200 milisegundos, mucho más rápidamente que si la misma persona enojada está mirando a otra parte.
Adaptación y supervivencia
Para que se entienda mejor, los investigadores ponen un ejemplo: en una multitud, siempre seremos más sensibles a una cara enojada mirando hacia nosotros que si esa misma persona enojada está mirando a otra parte. Del mismo modo, si una persona muestra facialmente el miedo mirando en una dirección particular, siempre lo detectaremos con mayor rapidez que una emoción positiva.
Tales reacciones rápidas podrían haber servido a un propósito de adaptación para la supervivencia. Por ejemplo, hemos evolucionado junto a depredadores que pueden atacarnos, mordernos o picarnos. Y en este sentido, una reacción rápida a alguien que está experimentando miedo puede ayudarnos a evitar el peligro.
Los investigadores llevaron a cabo el trabajo con 24 voluntarios a los que se pidió si diferentes rostros alterados digitalmente expresaban ira o miedo. Algunos rostros mostraban exactamente la misma expresión, pero con la dirección de la mirada alterada. Es así como vieron que la dirección era clave en la identificación. Se realizaron un total de 1080 pruebas diferentes.
Existe abundante literatura científica que indica que la ansiedad, incluso en un rango no clínico (moderada), podría poner en peligro el procesamiento cerebral de las amenazas. Sin embargo, los investigadores han detectado que la ansiedad no clínica tan sólo desplaza la “codificación neuronal” de la amenaza desde los circuitos sensoriales, que nos ayudan a reconocer las caras, hasta los circuitos motores, que producen la acción. Los autores señalan en este sentido que sería interesante determinar si esto mismo ocurre en personas con ansiedad en un rango clínico.
Fuente | Eurekalert