Un estudio revela las estrategias utilizadas por los antivacunas
Resulta curioso que en el siglo que estamos aún haya personas reacias a la administración de las vacunas, sobre todo si nos paramos a analizar la cantidad de enfermedades que han sido erradicadas gracias a ellas. Sin embargo, son muchos los colectivos que se oponen tajantemente a la vacunación, arrastrando con ellos a una enorme cantidad de personas desinformadas. En varios artículos de MedCiencia ya os hemos hablado de las ventajas de las vacunas y, además, hoy os vamos a hablar de un estudio realizado el pasado mes de noviembre en el que investigadores de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg, de Baltimore, analizaron el contenido de diversas páginas webs antivacunas.
¿Qué es una vacuna?
En primer lugar, es importante que tengamos claro qué es una vacuna. Aunque con los avances de la ciencia han aparecido nuevos tipos de vacunas, en general, se basan en preparados de origen biológico cuya administración causa inmunidad adquirida. Estos preparados biológicos, por lo general, contienen el agente causante de la enfermedad inactivo de modo que, aunque no resulta patógeno, el organismo genera anticuerpos que lo protegerán de la enfermedad en el caso de una futura infección. Como podéis ver, el proceso no supone ningún peligro para el paciente y, aunque es cierto que contienen aditivos que podrían causar efectos secundarios, éstos se están consiguiendo minimizar a medida que avanzan las vacunas.
Los argumentos de los antivacunas
En el estudio anteriormente mencionado, se analizó a través de herramientas de búsqueda; como google, bing o yahoo, el contenido de diversas webs y páginas de facebook pertenecientes a colectivos antivacunas. Principalmente descubrieron que este tipo de colectivos se apoyan en falsas teorías científicas y proponen supuestas “alternativas sanas” para evitar la administración de vacunas.
Entre estas alternativas sanas las predominantes son la alimentación saludable, la ingesta de comida orgánica y la lactancia materna. Por supuestísimo que comer sano es bueno y ayuda a evitar la contracción de diversas enfermedades, como la diabetes tipo II o los problemas cardiovasculares, entre otras. Además, una alimentación sana ayuda a reforzar el sistema inmune; pero seamos realistas, combatir un virus a base de verduras es como combatir misiles con flores, muy poético, pero muy poco eficaz. En cuanto a la lactancia materna, claro que está demostrado que es beneficiosa para los bebés, especialmente porque contiene grandes cantidades de inmunoglobulinas, esenciales para el sistema inmune del bebé. Pero hablamos de eso: bebés. Debido a afirmaciones como las de estos colectivos hay madres que alargan la lactancia hasta edades desmesuradas, de modo que ya no supone ningún beneficio para el niño.
Como os decía, también apoyan sus argumentos a través de falsas teorías científicas, según las cuales las vacunas pueden producir problemas cerebrales y autismo, entro otros trastornos. Está suficientemente demostrado que estas teorías son más que incorrectas, como os explicamos en este artículo, pero la falta de información hace que muchas personas los crean a pies juntillas.
¿Cómo podemos combatir a los antivacunas?
La existencia de este tipo de colectivos es más peligrosa de lo que parece, no hay más que ver el caso del niño que este verano falleció de difteria en Olot, por no haber sido vacunado.
La solución es muy clara. El arma principal para combatir estas creencias es la información. Los padres que no vacunan a sus hijos no son malos padres ni malas personas, simplemente son padres muy desinformados que quieren lo mejor para sus hijos. Por eso es importante hacerles ver que las vacunas son una herramienta indispensable para la salud de sus hijos y que, de ninguna manera, pondrían en peligro sus vidas como sí que lo haría mantenerlos sin vacunar. Como dijo Marie Curie, “dejamos de temer aquellos que hemos aprendido a entender” y en este caso el miedo es un factor fundamental que debemos eliminar.
En conclusión, la eficacia de las vacunas está más que demostrada y, aunque en algunos casos pueden producir pequeños efectos secundarios, éste no es motivo para evitarlas. Al fin y al cabo, no hay peor efecto secundario que la muerte. Y sin vacunas ese puede ser un desenlace más que probable.
Fuente: Medical News Today