¿Es malo aguantarse las ganas de orinar?
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A todos nos ha pasado en alguna ocasión eso de sentir la urgente necesidad de ir al baño. Y es que cuando notamos que nuestra vejiga está llena por completo, esa necesidad de orinar se hace absolutamente imperiosa. No obstante, a veces nos pilla estando ocupados con alguna otra actividad, o justo en la escena final de una película. O simplemente la pereza nos invade y nos impide levantarnos del sofá y recorrer el camino hasta el váter. Seguramente hayas escuchado más de una vez que “aguantarse las ganas” es malo. Y lo es… Pero sólo si se hace con frecuencia y aguantándonos durante mucho tiempo.
Cómo controlamos la vejiga
Los adultos pueden retener en la vejiga alrededor de medio litro de orina, antes de empezar a sentir las ganas de ir al baño. En la pared de este órgano tan importante existen receptores que miden lo lleno que está, y que cuando detectan que se ha alcanzado el límite de su capacidad, envían una señal para informar al cerebro. La mayoría de las personas adultas pueden controlar esta urgencia, es decir, elegir entre orinar justo tras haber recibido la señal, o bien controlar las ganas si no estamos cerca del servicio o no es un buen momento para ir.
Si optamos por aguantarnos, los esfínteres de la vejiga (unos músculos con forma cilíndrica) comenzarán a comprimirse fuertemente para impedir que la orina llegue hasta la uretra, evitando así más de un accidente público. Sin embargo, cuando retenemos la orina durante largos períodos de tiempo (como es el caso de los camioneros, que pasan horas y horas cada día en la carretera), puede que tengamos que hacer frente a ciertos efectos a largo plazo, como la retención urinaria o el riesgo de infecciones en el tracto urinario.
Los peligros de retener la orina
La retención urinaria es la incapacidad de vaciar la vejiga completamente al orinar. Cuando nos “aguantamos las ganas” constantemente, los músculos de la vejiga van debilitándose, y de esta manera aumenta la posibilidad de padecer esta condición en un futuro. Por otro lado, la vejiga puede convertirse en una atmósfera propicia para la acumulación de bacterias al retener una y otra vez grandes cantidades de orina, provocando distintas infecciones.
Sólo en casos muy raros y extremos en los que la retención de orina es verdaderamente excesiva, y en los que la vejiga se encuentra muy dañada (por ejemplo, tras una lesión pélvica), ésta puede estallar. Aunque no hay por qué preocuparse, dado que es muy poco probable que esto suceda. En situaciones así, el cuerpo acaba ignorando las órdenes para comprimir los esfínteres y la catástrofe queda reducida a una simple mancha en los pantalones.
Así que ya sabes, la próxima vez que sientas “ganas de ir”, haz caso a las señales que te envía tu propio cuerpo y corre al baño lo antes posible. Tu vejiga te lo agradecerá.
Fuente | BMJ