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La extinción del ave más grande de Australia ya tiene culpable, y seguro que no te sorprende

31 enero, 2016 18:02

Hoy os proponemos un viaje. Un viaje 50.000 años atrás, hacia los desiertos de Australia. En esta época, y gracias a su aislada situación geográfica, convivían en la isla multitud de animales extraordinarios. Uno de ellos era Genyornis newtoni, un ave no voladora de 2 metros y medio de altura y más de 200 kilos de peso. Aunque podría pensarse similar al avestruz, era más bien una especie de pato o de ganso gigantesco, bastante más alto que un hombre. Al parecer era carnívoro, aunque no se ha podido demostrar aún si era carroñero o cazador. Tuvo que ser un animal impresionante pero, ¿qué fue de él?

La extinción de Genyornis newtoni

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Este ave apareció hace aproximadamente 130.000 años en el continente australiano. Poco tiempo después, hace unos 50.000 años, sufrió un rápido declive que culminó en su extinción. Precisamente, hace 50.000 años llegaron a Australia los primeros pobladores humanos. Un reciente estudio publicado en Nature Communications demuestra lo que todos pensamos, que la llegada del hombre y la extinción de este ave no es casualidad.

Para comenzar su estudio, los científicos de la University of Colorado, en la ciudad de Boulder (EE.UU.), recogieron datos de yacimientos arqueológicos situados en más de 200 localizaciones distintas en toda la geografía australiana. Buscaron restos de huevos de este ave gigante y le realizaron análisis encaminados a determinar si habían sido expuestos a altas temperaturas en el periodo posterior a la llegada del hombre. Para ello, estudiaron su composición aminoacídica y descubrieron que las proteínas de los huevos habían sufrido una descomposición muy rápida debido a temperaturas superiores a los 500 ºC. Además, el patrón de combustión de los fósiles hizo pensar que la causa habían sido más las hogueras pequeñas y controladas que grandes incendios forestales.

Por ello, la conclusión es clara. Los primeros pobladores de Australia recolectaban los huevos de G. newtoni y los cocinaban para la alimentación, disminuyendo significativamente el éxito reproductivo de la especie. Históricamente, la extinción de las grandes especies de animales que habitaban el planeta hace varios miles de años ha estado sujeta a discusión. No se conocía con exactitud si había sido provocada por los cambios climáticos, la acción humana o una conjunción de ambos. Este es uno de los primeros estudios que achacan exclusivamente a la acción humana como causante de la desaparición de una especie gigante.

La llegada del ser humano a Australia

Los primeros seres humanos que llegaron a Australia lo hicieron, como ya sabemos, hace unos 45.000 – 50.000 años. En este periodo tuvo lugar la última glaciación en nuestro planeta, lo que redujo el nivel del mar considerablemente. Por ello, Nueva Guinea, Australia y otras islas se unieron en un único continente llamado Sahul. Se cree que los seres humanos colonizaron estas tierras desde Indonesia, combinando la navegación de pequeñas distancias y el desplazamiento terrestre entre los istmos que se formaron. Éstos son los antecesores de los actuales aborígenes australianos.

La primera modificación humana del paisaje tuvo lugar con la proliferación de grandes incendios forestales, lo que se ha demostrado con el hallazgo de grandes cantidades de cenizas. Los humanos utilizaban estos fuegos para destruir los bosques impenetrables, para cocinar y para asustar a predadores. A continuación, comenzó a desaparecer la numerosa fauna gigante del continente, que por aquel entonces contaba con lagartos de 5 metros de largo, tortugas gigantes del tamaño de un coche pequeño, o con los diprodontes, los marsupiales más grandes de la Tierra, además del ave gigante protagonista de este artículo. La mayoría de los animales grandes de Australia están, hoy en día, extintos. Solo quedan raras excepciones, como el canguro rojo. Este descubrimiento sienta, por tanto, un importante precedente que hace pensar que el ser humano ha tenido en estas extinciones un papel muy importante, más de lo que la comunidad científica pensaba o quería admitir hasta la fecha.

Fuente | Nature Communications