Ser malvado es fácil si obedeces órdenes
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Durante años hemos visto como ser malvado en diferentes situaciones es más fácil o más difícil dependiendo de determinados factores. De hecho, hace un tiempo os hablamos de los experimentos más terribles de la psicología, donde se demostraba hasta qué punto nuestra frágil mente es manipulable para llevar a cabo actos inhumanos.
La duda razonable es, ¿por qué ser malvado es más fácil si nos lo ordena alguien, pero no si lo hacemos por propia voluntad? Un reciente experimento del University College de Londres, publicado en Current Biology, tiene algunas respuestas sobre el asunto.
Los origenes del estudio: El experimento de Milgram
Patric Haggard, autor del experimento, se basó en el famoso experimento Milgram, uno de los mencionados experimentos psicológicos que muestran el lado oscuro de la humanidad y realizado en la década de los 60′.
En dicho experimento, Stanley Milgram llevo a cabo una serie de experimentos sobre hasta qué punto los humanos llegamos a realizar actos deleznables cuando recibimos órdenes. Hasta que punto ser malvado es fácil, siempre y cuando nos lo ordene otro y no sea por propia voluntad. Milgran pidió a varios voluntarios dar descargas eléctricas a extraños, de los cuales solo un pequeño porcentaje se negó a realizar tal acto.
Ninguno de los individuos recibió daño alguno, pero lo curioso es que los voluntarios seguían torturando a otros siempre y cuando lo ordenara una persona con bata de laboratorio (a pesar de creer que estaban haciendo mucho daño), de hecho el 65% de los participantes en el estudio de Milgram administró las descargas máximas. Muchos de los sujetos se agitaron, angustiaron y enfadaron con el experimentador. Sin embargo, continuaron cumpliendo las órdenes hasta el final.
La respuesta cerebral a la hora de ser malvado
Esta vez, en el nuevo experimento, Haggard y sus colegas quisieron repetir el experimento de Milgram pero con una mejor monitorización. Querían saber cómo se sentían exactamente los sujetos a la hora de cumplir órdenes, y cómo se reflejaban dichos sentimientos en sus patrones cerebrales de electroencefalograma (EEG).
Se dio a los sujetos un dispositivo con 3 teclas: La primera inducía una descarga eléctrica a una víctima, la segunda otorgaba 20 libras al torturador, y la última implicaba no hacer nada. El investigador en ocasiones ordenaba presionar una tecla, y en otras ocasiones dejaba elegir al sujeto lo que quisiese hacer. Cada vez que se pulsaba una tecla se oía un tono.
Y, a pesar de parecer una tontería, ese tono era el centro de todo: Los investigadores se basaron en la observación de la neurología humana, ya que cuando hacemos algo se percibe más rápidamente que cuando lo hacemos sin querer. Por ejemplo, si pegamos un golpe a una pelota a proposito, esta se lanza con más fuerza que si le damos un golpe accidental y sin querer hacerlo.
Si recibes órdenes, sientes menos control por tus acciones
Según los hallazgos de los investigadores, aquellos individuos que actúan bajo ciertas órdenes sienten que tienen menor control sobre sus acciones, casi de forma similar a aquel que golpea sin querer una pelota. Además, también existe una distorsión temporal cuando se ejectuan acciones bajo un mandato.
En este caso, los investigadores preguntaban a los “torturadores” cuánto tiempo había pasado antes de que le dieran al botón ordenado. Curiosamente, aquellos que habían pulsado el botón de la descarga eléctrica acatando órdenes pensaban que había pasado más tiempo que aquellos que habían optado por hacerlo voluntariamente.
“La coacción aumentaba el intervalo de tiempo percibido entre acción y resultado, comparando a los participantes que habían recibido órdenes con los que habían realizado la acción libremente. Además, la coacción también redujo el procesamiento neuronal de los resultados de las acciones. En otras palabras, las personas que obedecen ordenes pueden experimentar subjetivamente que sus acciones son más pasivas que aquellos que realizan un acto de forma voluntaria”
Según los investigadores, esto podría explicar porque es tan fácil hacer que la gente lleve a cabo actos malvados, o al menos muy desagradables: Si recibimos órdenes para ser malvados, las experimentamos como si tuviésemos menor control sobre el resultado, y esto también se produce de forma intensa a nivel cerebral.
Vía | Ars Technica.
Fuente | Current Biology.