¿Por qué el agua nos sabe rara si la hemos dejado fuera toda la noche?
Dentro de un vaso de agua, existen compuestos químicos con distintas propiedades que pueden cambiar con el tiempo, afectando al sabor del agua.
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La ciencia tiene la respuesta. Se trata de algo químico. Y es que en ese vaso de agua no hay sólo moléculas de H2O. Hay toda una variedad de distintos iones y moléculas también, que pueden ir cambiando con el tiempo y de este modo afectar al sabor del agua. Uno de ellos es el dióxido de carbono, es decir, lo que exhalamos durante la respiración, lo que hace que la Coca-Cola tenga burbujas y ese polémico gas responsable de la acidificación en los oceános… Y también en los vasos de agua.
El agua es capaz de disolver numerosas sustancias de distinto estado físico (líquidos, sólidos e incluso gases), hasta que alcanza el equilibrio con la atmósfera. De modo que cuando el vaso de agua que nos llevamos a la cama lleva un tiempo en nuestra habitación, va absorbiendo gradualmente dióxido de carbono procedente del aire. Las moléculas de H2O y de dióxido de carbono reaccionan entre ellas para formar ácido carbónico, haciendo que disminuya el pH del agua, y haciéndola así ligeramente más ácida. De ahí que adquiera un sabor más extraño al beber del mismo vaso por la mañana.
Cloro y temperatura: elementos clave del sabor del agua
Podríamos decir que las moléculas de gas que se mezclan con las del líquido elemento son las responsables del desagradable sabor del agua, también cuando dejan de interaccionar. De hecho, en los centros de tratamiento de agua se suelen añadir a ésta pequeñas cantidades de otros componentes, como por ejemplo cloro, con el objetivo de purificarla, ya que el cloro ha demostrado ser bastante eficaz a la hora de eliminar las bacterias o virus que podrían estar flotando en el agua. Por eso se les echa cloro a las piscinas… Y por eso al tragar accidentalmente agua mientras nadamos en una, la sensación es tan molesta.
Pero entonces, ¿por qué un vaso recién servido de agua fría sí que sabe bien? La respuesta es simple.
Cuando uno está acostumbrado a beber agua del grifo, con un poco de cloro, tiende a asociarla con agua limpia y fresca, mientras que al dejar que el cloro se disipe en forma de gas con el tiempo, el vaso podría perder ese toque refrescante tan característico.
Eso sí, dejando a un lado los factores químicos, la principal razón de un peor sabor del agua es de lo más obvia: la temperatura. Por regla general, las bajas temperaturas “eliminan” el sabor, mientras que el agua a temperaturas más cálidas presenta una mayor movilidad entre sus partículas, lo que potencia los sabores que las papilas gustativas pueden detectar. Al igual que ocurre con el vino, somos incapaces de apreciar las notas de sabor más sutiles del agua.
En cualquier caso, beber de un vaso de agua que hemos dejado fuera toda la noche no nos hará ningún daño, sólo podrá dejarnos un pequeño mal sabor de boca.