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Tecnología

¿Por qué no se nos pone a todos la piel de gallina al escuchar música?

Un estudio psicológico parece haber encontrado una respuesta a por qué no todo el mundo experimenta la piel de gallina al escuchar música.

10 junio, 2016 09:01

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Se dice que hay canciones que llegan al alma y otras que no.

Cuando un tema concreto consigue hacerlo se dan en nosotros un gran número de reacciones físicas, desde el llanto hasta la famosa piel de gallina.

Sin embargo, no a todo el mundo le pasa. Yo por ejemplo soy bastante propensa a experimentar esto último; tanto escuchando música como viendo películas o simplemente recordando algún suceso concreto, pero hay personas a las que les pasa con muy poca frecuencia o directamente no les ocurre nunca. ¿Significa eso que tienen algún problema? Lógicamente no. No reaccionar del mismo modo ante estas situaciones no tiene por qué ser malo, pero sí que es cierto que resulta curioso que unas personas muestren la reacción de la piel de gallina y otras no, por lo que distintas ramas de la ciencia llevan años tratando de desentrañar el misterio. Y aunque aún no está del todo claro, parece ser que la psicología tiene una respuesta bastante plausible.

¿Qué es la piel de gallina?

piel de gallina

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La piel de gallina es una reacción causada por un músculo, llamado erector pili, que se encuentra inserto en los folículos pilosos, provocando que el vello se erice bajo ciertas situaciones.

Se considera un órgano vestigial, ya que sus funciones estaban claras en nuestros antepasados, que aún conservaban su piel cubierta de una espesa capa de pelo, pero no parece tener una función en la actualidad.

Cuando hay mucho pelo puede servir para aumentar el tamaño aparente ante una amenaza o para restablecer el calor ante una bajada de temperatura, pero con el poco vello que tenemos hoy en día esas dos funciones quedarían descartadas.

Por lo tanto, parece ser que sólo lo conservamos como una forma de exteriorizar nuestras emociones, aunque quizás haya escondido algo más que aún no ha sido descubierto por la ciencia.

La psicología puede explicar por qué no todos experimentamos la piel de gallina por igual

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Centrándonos en la música, si un pasaje hace que se nos ponga la piel de gallina suele ser por contener cambios bruscos y posiblemente inesperados que embellecen aún más la melodía.

Por ejemplo, a mí una de las canciones que más me pone la piel de gallina es la novena sinfonía de Beethoven, que contiene un gran número de giros instrumentales en los que se cambia la intensidad bruscamente o se introduce el coro de forma inesperada.

Todos estos conocimientos han llevado a un grupo de psicólogos de la Universidad de Washington a realizar un estudio en el que se medía la respuesta galvánica de la piel a un grupo de voluntarios mientras escuchaban una lista de fragmentos musicales seleccionados por tener estos giros bruscos que os comentaba.

A continuación se les realizó a todos una encuesta en la que se les preguntaba qué habían sentido mientras escuchaban cada fragmento. Como cabía esperar, los momentos en los que fisiológicamente mostraron emoción se correspondían con los que ellos habían contado en la encuesta, pero eso no fue lo más curioso, ya que además encontraron una posible causa por la que no todos habían experimentado la famosa piel de gallina.

La encuesta también se adentraba en el tipo de personalidad de cada participante, estableciendo si poseían un rasgo conocido como “apertura a la experiencia”.

¿Cómo se asocia la apertura a la experiencia con la piel de gallina?

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Este rasgo se asocia a personas curiosas, con imaginación y ganas de aprender cosas nuevas. Por lo tanto, aquellos que lo poseen no se limitan a escuchar la música y disfrutarla, sino que se introducen en ella tratando de analizarla y pensar en qué vendrá después, siendo más conscientes de estos giros, que podrían pasar desapercibidos a alguien con una personalidad diferente.

Por lo tanto, no se trata de tener un problema o saber más o menos de música, sino de ser más imaginativos. 

Como curiosidad, para concluir, recuerdo que un profesor de piano que tuve hace años solía decirme que Mozart debió escribir borracho el final del segundo movimiento de la Sonata facile, porque las dos últimas líneas de pentagrama daban un cambio brusco y no parecían seguir ninguna estructura conocida. Y ahora yo pienso: ¿estaría borracho o trataría de conseguir que nos estremeciéramos? Sea como sea, está claro que lo consiguió. Y no sólo una vez.