¿Por qué se producen los atascos?
Según la ciencia, la verdadera causa de los atascos poco tiene que ver con embotellamientos, accidentes u otros fenómenos a los que normalmente se asocian.
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Los seres humanos somos animales de costumbres, por lo que basta con que las temperaturas sean mínimamente propicias para que todos acudamos a la playa en manada, literalmente.
Así es cómo se forman los atascos, que en épocas como el verano se convierten en nuestro pan de cada día cuando miles de personas deciden pasar sus vacaciones viajando al mismo sitio, al mismo tiempo.
Lo mismo ocurre en hora punta, cuando los conductores que se dirigen rumbo a sus casas o sus trabajos se aglomeran en carreteras y autopistas, haciendo que el viaje se convierta en un suplicio. Todo esto deja claro que, lógicamente, para que haya un atasco es necesario que haya muchos coches, ¿pero qué más se necesita? La pregunta puede parecer un poco obvia, pero lo cierto es que la ciencia tiene para ella una respuesta bastante sorprendente al respecto.
La verdadera causa de los atascos
A menudo pensamos que la única causa de los atascos es la formación de fenómenos fortuitos, como accidentes u obras, que entorpezcan la circulación o, directamente, la aparición de embotellamientos en forma de túneles o rampas, que aminoran el espacio para el paso de los vehículos, provocando que se acumulen.
Sin embargo, también habréis observado que en muchas ocasiones no es necesario que se dé ninguno de estos factores para que tenga lugar el atasco, por lo que debe haber algo más.
Esto mismo se lo han preguntado muchos investigadores desde que los atascos existen, por lo que son muchos los estudios científicos conocidos sobre este tema.
Uno de los más curiosos, publicado en New Journal of Physics, fue llevado a cabo en 2008 de la mano de un equipo de investigadores japoneses, que decidieron hacer a un conjunto de conductores circular en una carretera circular, con el fin de observar su reacción.
Así consiguieron demostrar experimentalmente una teoría, expuesta años atrás, que describía los atascos como un hecho espontáneo, formado a raíz de pequeñas fluctuaciones en la velocidad de los conductores que irán extendiéndose hacia atrás en forma de onda en el momento en que el número de vehículos supere una densidad crítica.
Para que me entendáis, si alguien frena, disminuyendo bruscamente su velocidad, por factores como tener que esquivar un obstáculo en la carretera, el coche que venga detrás tendrá que frenar aún más rápido para compensar el tiempo de reacción, dando lugar a una ola de frenazos que, pasado un tiempo, será tan grande que provocará que el coche tenga que detenerse totalmente.
¿Cómo podría solucionarse el problema de los atascos, según la ciencia?
Frenar para esquivar obstáculos es inevitable, pero según un grupo de investigadores malagueños se podría llevar a cabo una solución muy ingeniosa, basada en el comportamiento de las hormigas.
Como sabéis, estos insectos son animales sociales, con una gran conciencia de grupo, por lo que cuando emprenden un camino hacia un lugar que resulta contener grandes cantidades de comida, realizan la vuelta liberando feromonas que indicarán el camino para llegar hasta allí al resto del grupo.
Por lo tanto, si se pudiese reproducir algo similar con un mecanismo que permitiese a los vehículos dejar un “rastro” inalámbrico, se podría hacer el tráfico mucho más fluido.
Las hormigas no son los únicos animales en los que se inspiran los científicos para gestionar el tráfico, pues también existen modelos computacionales basados en el movimiento de las aves migratorias; que, como sabéis, a pesar de volar en grandes bandadas, nunca se atascan.
Hay mucha ciencia detrás de los atascos y quizás con ayuda de la naturaleza pronto podamos aprender a evitarlos, pero hasta entonces sólo nos queda un arma: paciencia, mucha paciencia.