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Todo sobre el Síndrome de Estocolmo que no te atrevías a preguntar

Os damos un gran número de datso curiosos sobre el Síndrome de Estocolmo, desde el caso que le dio nombre hasta su aparición en la ficción.

31 agosto, 2016 20:15

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Todos hemos escuchado alguna vez hablar del Síndrome de Estocolmo, padecido por aquellas personas que después de ser retenidas en contra de su voluntad, crean lazos emocionales con sus secuestradores.

La contemplación de este trastorno en personajes de ficción como la Bella y la Bestia ha llevado a que tradicionalmente se interprete equivocadamente como una relación amorosa entre rehén y secuestrador, pero lo cierto es que no tiene por qué llegar a ese punto, sino simplemente quedar en la creación de un vínculo emocional muy fuerte.

A lo largo de la historia se han dado muchos casos, pero el primero documentado, que de hecho fue el que le dio nombre, tuvo lugar durante un asalto a un banco en Suecia, en el año 1973, cuando los rehenes tomados por los atracadores, después de seis días de cautiverio, salieron afirmando que se sentían agradecidos a ellos y que no les gustaría que les pasara nada malo.

Características del Síndrome de Estocolmo

bound hands

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El Síndrome de Estocolmo es un trastorno psicológico padecido por personas que, habiendo sido secuestradas, violadas o retenidas de cualquier otro modo en contra de su voluntad, crean una vinculación emocional muy fuerte con sus captores.

Todo el mundo interpreta este tipo de situaciones como una escena violenta, por lo que en ocasiones, si el secuestrador no es agresivo con sus víctimas, éstas acaban experimentando una confusión psicológica que les lleva a sentir agradecimiento hacia esa persona que, pudiendo haberles hecho mucho daño, se ha limitado a algo tan “simple” como secuestrarlas.

Aunque no se da sólo en los secuestros, pues también se han documentado casos similares en víctimas de incestos, prisioneros de guerra, abuso de pareja, niños víctimas de bullying o maltrato familiar, todos ellos confusos por causas muy variadas, que pueden ir desde el vínculo familiar hasta una amabilidad forzada por el captor con el fin de ganarse la confianza de sus víctimas y conseguir sus objetivos sin llegar a males mayores que pudiesen aumentar su condena.

Para que me entendáis, si una persona atraca un banco, todo se complicaría mucho si tuviese que pegarle un tiro a un rehén cuando tratase de escapar, por lo que a menudo intentan evitarlo comportándose con una afabilidad malinterpretada por las víctimas, que llegan a sentirse especiales y a sentir cariño hacia sus captores.

Origen del Síndrome de Estocolmo

enmark

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Como os decía en la introducción, el origen del Síndrome de Estocolmo como trastorno reconocido tuvo lugar en agosto de 1973, durante el atraco a un banco durante el cual tres atracadores tuvieron retenidos a un grupo de rehenes durante seis días.

Nada más entrar al edificio, el cabecilla del grupo, llamado Jan Olsson, solicitó a la policía la puesta en libertad de un delincuente peligroso, llamado Cark Oloffson.

En declaraciones a la BBC, una de las rehenes de aquel día, de nombre Kristin Enmark, ha contado recientemente que en un principio sintió un miedo terrible, pero que después de que Oloffson, liberado por la policía en busca de negociación, entrara en escena, todo empezó a calmarse.

Este segundo delincuente obligó al otro a desatar a los rehenes, que en ese momento estaban atados, y trató de calmarles, con el objetivo de evitar males mayores.

Enmark declara que este trato la hizo sentir que Oloffson se preocupaba por ella y que no iba a permitir que le hiciesen nada malo; por lo que, poco a poco, durante los seis días que duró el encierro, fue sintiendo cada vez más cariño y gratitud hacia su persona e incluso a la del resto de secuestradores.

De hecho, una de las afirmaciones más escalofriantes de la entrevista recuerda que, en un momento que uno de los secuestradores quiso pegar un tiro en la pierna a uno de los rehenes con el fin de demostrar que iban en serio, ante las súplicas de éste para que no lo hiciera ella le espetó: “Pero Sven, sólo es la pierna”.

Una vez finalizado el secuestro, tanto Enmark como algunos de los otros rehenes solicitaron a la policía que no encarcelara a los atracadores, alegando un gran número de argumentos para justificar sus actos.

Como consecuencia, todos ellos fueron derivados a un psicólogo; que, por primera vez, describió este síndrome, que tan famoso se ha hecho con el paso de los años.

El Síndrome de Estocolmo en la ficción

fantasma-opera

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Lo curioso de este síndrome ha llevado a que se convierta en un argumento muy usado en ficción, no sólo en películas para adultos, como King Kong, el Fantasma de la Ópera o la española Átame, sino también en filmes para niños, como la Bella y la Bestia, en la que se ve un claro caso de síndrome de Estocolmo entrelazado con una moraleja mucho más acorde con el público infantil: la belleza está en el Interior

El síndrome de Lima, el trastorno contrario el Síndrome de Estocolmo

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Lo curioso de este caso es que no sólo la víctima comenzó a sentir cariño hacia el secuestrador, sino que también se dio el caso contrario; pues a día de hoy, cuarenta años después, Kristin Enmark asegura seguir en contacto por carta con Olaffson, con el que, según ella” se iría de viaje con total seguridad“.

Esto hace pensar que también él siente algún tipo de afecto hacia ella, por lo que se daría el caso contrario, que también se conoce como un trastorno, bautizado como Síndrome de Lima.

Tal nombre se le dio después de un secuestro, acaecido en 1996, en el que algunos miembros de un movimiento revolucionario peruano tomaron la embajada japonesa en Lima durante cuatro meses.

Después de un largo periodo de negociaciones, y sin haber llegado a conseguir lo que pedían, los secuestradores decidieron liberar a la mayoría de rehenes, entre los que se encontraban el futuro presidente de Perú y la madre del que presidía el país en aquel entonces.

Sea como sea, lo que está claro es que a veces el contexto se antepone a la que sería nuestra forma de actuar en condiciones normales y nos lleva a sentir afecto por quién jamás pensaríamos que lo haríamos.

Ojalá todos fuésemos capaces de querer más y odiar menos. Quizás así, no habría cabida a que tuviesen que generarse este tipo de síndromes.