cientifico2

cientifico2

Tecnología

5 científicos que se sacrificaron por la ciencia

Os damos una lista de cinco científicos que se sacrificaron por la ciencia, ya sea voluntaria o accidentalmente y con final feliz o trágico.

8 septiembre, 2016 20:28

Noticias relacionadas

Hoy en día existen protocolos muy estrictos para llevar a cabo ensayos clínicos en humanos y, además, antes de llegar a eso son muchos los medios iniciales a los que se puede recurrir.

Desde tejidos extraídos de seres humanos y otras especies, hasta animales de experimentación, pasando incluso por las novedosas simulaciones de ordenador, los científicos de diferentes áreas puedan optar por el método que más se ajuste al estado de su investigación, sin poner en peligro la vida de nadie y, mucho menos, la suya.

Sin embargo, en el pasado no se disponía fácilmente de la mayoría de estos medios y, si bien es cierto que lamentablemente se dieron casos de científicos que recurrieron al engaño para utilizar personas como cobayas para sus experimentos, a la mayoría de ellos su ética les impedía desarrollar estas prácticas tan inmorales, de modo que se decidían por convertirse ellos mismos en sujetos de estudio. Por otro lado, también se dieron casos en los que pudieron comprobar el efecto de sus investigaciones de forma accidental, llegando incluso a morir por ello. Sea cuál sea la causa concreta, se puede decir que, de un modo u otro, todos se sacrificaron por la ciencia, como veremos en la lista que os mostramos a continuación.

Científicos que se sacrificaron por la ciencia

Debe quedar claro que no todos los científicos de los que vamos a hablar murieron a causa de sus investigaciones, pero sí que es cierto que, de un modo u otro, éstas supusieron un gran sacrificio para ellos, pues pudieron experimentarlas en primera persona, con consecuencias muy variables.

1. Marie Curie, cuando un premio Nobel te cuesta la vida

marie-curie

marie-curie

El caso de Marie Curie es uno de los más conocidos, primero por haberse convertido en la primera mujer que fue galardonada con el premio Nobel de física y, en segundo lugar, por la gran importancia que tuvieron las investigaciones que llevó a cabo con su marido en el campo de la radiactividad.

Lamentablemente, por aquella época, en la que todo era nuevo para los científicos, se desconocían los efectos que podía tener ésta para la salud humana, por lo que Marie llevaba a cabo sus experimentos en un cobertizo cerrado, sin ningún tipo de protección, acabando por desarrollar una anemia aplásica que le causó la muerte en el año 1934.

Y si el caso de Marie Curie es preocupante, igualmente, o incluso más, lo es el de Rosalind Franklin, una mujer que murió con sólo treinta y siete años, a causa de un cáncer de ovario, posiblemente provocado por sus estudios sobre la difracción de rayos X, que le permitieron fotografiar la estructura del ADN que luego le valió el premio Nobel a Watson y Crick.

2. Albert Hoffman, el hombre que vivió de cerca el efecto del LSD

hoffman

hoffman

Lo de Albert Hoffman puede parecer poco meritorio para aquellos que toman LSD por iniciativa propia, y no precisamente por amor a la ciencia.

Sin embargo, el caso de este químico suizo es muy interesante, en primer lugar por haber sido el primero en experimentar estos efectos y, además,  por tratarse de un suceso totalmente fortuito, que tuvo lugar mientras se encontraba purificando y cristalizando el LSD para su estudio.

Todo empezó cuando, de repente, comenzó a sentir una serie de alucinaciones, resultantes de una pequeña cantidad de la droga, que había penetrado a su organismo a través de la piel de la punta de sus dedos. Sorprendido por el hecho de que una cantidad tan baja pudiese afectarle así, decidió repetir el procedimiento, pero esta vez de forma totalmente consciente, y aumentando la dosis; que, como era lógico, le ocasionó unos efectos mucho más notables.

En un principio las alucinaciones resultante le asustaron, pero poco a poco se fueron transformando en una curiosa sensación de paz, que no dejó ningún tipo de resaca una vez pasados sus efectos.

Todo esto ocurrió en el año 1943, pero no fue hasta los años 50-60 cuando sus declaraciones sirvieron para que comenzaran las investigaciones sobre sus usos médicos; que, como sabéis, aún a día de hoy siguen teniendo cabida, siempre en lucha contra su uso como droga psicótica.

3. Barry Marshal, el hombre al que una enfermedad estomacal le valió el premio Nobel

marshall

marshall

Barry Marshall es un microbiólogo australiano conocido por haber ganado el premio Nobel de medicina por sus trabajos sobre el papel de la bacteria Helicobacter pylori en el desarrollo de la úlcera estomacal.

Aunque dicho Nobel le fue otorgado en 2005, sus investigaciones habían comenzado muchos años atrás, en la década de los ochenta cuando, después de no conseguir resultados exitosos infectando con este microbio a una serie de lechones, decidió infectarse a sí mismo, experimentando en primera persona gastritis, náuseas, vómitos y otros síntomas característicos de la úlcera de estómago.

A su vez, el tratamiento que desarrolló sobre sí mismo sirvió también para demostrar el éxito del uso de antibióticos en este tipo de patologías, por lo que consiguió salir ileso y laureado de su experimento. ¡Ya le hubiese gustado eso a Marie Curie, por ejemplo!

4. Jesse William Lazear, el hombre que sacrificó su vida por estudiar la fiebre amarilla

lazear

lazear

Éste es, sin duda, uno de los casos más trágicos de los que vamos a ver hoy, pues, como ocurría con nuestras primeras protagonistas, no salió con vida de sus investigaciones.

Jesse William Lazear fue uno de los médicos implicados en el año 1900 en el estudio de la transmisión de la fiebre amarilla en Cuba.

Esta enfermedad se estaba cobrando la vida de cientos de pacientes, por lo que doctores de muchos países partieron hacia el país caribeño con el fin de tratar a los enfermos e investigar el origen de su transmisión.

De las múltiples teorías que existían, Lazear defendía la conocida como finlaísta, que se basaba en la picadura del mosquito Aedes aegypti como vehículo transmisor de la enfermedad. Finalmente se demostró que, efectivamente, así era; pero para ello, entre otras cosas, fue necesaria la propia muerte de este médico, que acabó convirtiéndose en un infectado más.

Son varias las teorías acerca de su infección, pero muchas de ellas defienden que se dejó picar voluntariamente, con el fin de comprobar si la hipótesis de los mosquitos era cierta.

Sólo tenía treinta y cuatro años y esperaba poder viajar pronto a Estados Unidos para conocer a su segunda hijo, al que no había podido ver después de su nacimiento.

5. Justin Schmidt, el entomólogo que utilizó su propia experiencia para buscar la picadura más dolorosa

schmidt

schmidt

Siguiendo con el tema de las picaduras, aunque con un final feliz en este caso, nos encontramos con el caso de Justin Schmidt, un entomólogo conocido por la creación de una escala en la que se clasifican las picaduras de diferentes tipos de animales en base al dolor que causan.

Dicha clasificación, bautizada con su apellido, fue establecida después de que el propio Schmidt decidiese dejarse picar hasta mil veces por un total de 85 insectos diferentes, puntuando sus picaduras en una escala del dolor medida del 0 al 4, según si la picadura no era nada dolorosa o si el dolor le hacía sentir ganas de morir.

Para que os hagáis una idea, la abeja tiene una puntuación de uno, acompañada de una descripción del dolor en la que se compara con la sensación que sentimos cuando nos arrancan un pelo del brazo, mientras que la hormiga bala, típica del Amazonas, se clasifica con un 4 y la comparación con el dolor padecido si decidiéramos andar sobre brasas candentes.

Una peripecia digna de un verdadero faquir, la de este entomólogo y una gran demostración de amor por la ciencia, la del resto de miembros de la lista.