Antoni Van Leeuwenhoek, el comerciante de telas que revolucionó la microbiología
Os hablamos de Antoni Van Leeuwenhoek,un comerciante de telas que, movido por la curiosidad, desarrolló de forma casera los mejores microscopios de su época
24 octubre, 2016 10:27Noticias relacionadas
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Hoy, el doodle de Google ha amanecido con la imagen de un señor de larga melena que observa a través de un curioso artilugio una serie de bichitos inmersos en las letras del nombre del famoso buscador.
Se trata de Antoni Van Leeuwenhoek, un hombre considerado como el primer microbiólogo de la historia, de cuyo nacimiento se cumplen hoy 384 años.
Seguramente, si habéis estudiado alguna carrera científica, especialmente de la rama sanitaria, os suene su nombre, pues no se puede hablar de historia de la ciencia sin mencionar a este comerciante de telas; que, llevado por la curiosidad y las ganas de vender el mejor de los productos a sus compradores, construyó de forma casera los que se convirtieron en los mejores microscopios de su época, consiguiendo con ellos grandes hallazgos que revolucionaron el campo de la biología y, más concretamente, el de la microbiología.
Antoni Van Leeuwenhoek, un curioso comerciante de telas
Antoni Van Leeuwenhoek nació tal día como hoy, en 1632, en Los Países Bajos, hijo de dos comerciantes de cestas.
Su infancia estuvo marcada por varias muertes prematuras, entre las que se encontraron la de su padre y dos de sus hermanas, por lo que su madre, después de casarse por segunda vez, decidió enviarlo lejos de la tragedia, primero a un internado y después a casa de un tío suyo.
Lamentablemente, su padrastro también murió pronto, por lo que su destino cambió de nuevo, cuando su progenitora tomó la opción de enviarlo como aprendiz de un comerciante de telas, con el fin de que aprendiera un oficio y pudiera ayudar económicamente a la familia.
Y ése fue precisamente el que se convertiría en su oficio, al menos durante unos cuantos años, pues después comenzó a desarrollarse profesionalmente en otros ámbitos muy diferentes.
Los microscopios caseros de Antoni Van Leeuwenhoek
En aquella época, los comerciantes de telas solían utilizar una especie de lupas de tres aumentos que les permitían observar los tejidos mucho más de cerca, con el fin de apreciar sus cualidades con más exactitud.
Al saber de la existencia de estos artilugios, Antoni Van Leeuwenhoek adquirió uno de ellos, quedando admirado por su potencial.
Sin embargo, no debió parecerle bastante, pues pronto comenzó a elaborar sus propios inventos mejorados, llegando a construir el que se convertiría en el microscopio más avanzado de su tiempo. ¿Y quién quiere dedicarse solamente a mirar telas pudiendo usarlo para observar los seres microscópicos que nos rodean?
Eso fue lo que pensó Antoni; por lo que, después de casarse y conseguir un puesto como inspector y controlador de vinos, se consideró con el tiempo libre suficiente para dejar a un lado las telas y dedicarse a la mejora de su invento, paralelamente a la observación de sustancias como el agua o su propio semen.
Los grandes hallazgos de Antoni Van Leeuwenhoek
Durante la observación de todas estas sustancias, se dedicó a anotar todo lo que veía en ellos, convirtiéndose en la primera persona que describió como “pequeños animales que viven en una gota de agua” a lo que hoy conocemos como microbios, y como “animáculos muy numerosos en el esperma” a los espermatozoides, conocidos por todo el mundo en la actualidad.
Tal fue su sorpresa ante todos estos hallazgos, que consideró necesario escribir una carta hablando de ellos a la Royal Society, a la que además se afilió en 1.680.
Su mujer falleció y también lo hicieron su segunda esposa y varios de sus hijos, por lo que su único consuelo fue seguir trabajando por y para la ciencia, con las mejoras de sus microscopios, de cuya fabricación se negó a hablar hasta el día de su muerte, acaecida en 1.723.
De hecho, aunque desde entonces muchos científicos trataron de reproducir sus inventos, no fue hasta los años 5o del siglo XX cuando se consiguió desarrollar un artilugio más avanzado que los suyos, dejando clara aún más la importancia de su trabajo.
A día de hoy, a pesar de no haber estudiado ciencias, su obra se recuerda periódicamente con la entrega de la medalla Leeuvenhoek, concedida cada diez años por la Academia neerlandesa de las Artes y las Ciencias al científico que ellos consideren que más haya hecho por la microbiología en ese periodo de tiempo. Aunque será difícil volver a dar con una historia tan curiosa como la de Antoni Van Leeuwenhoek.