En Omicrono os hemos hablado en varias ocasiones del modo en que se definió en el pasado lo que es un kilogramo.

Si los habéis leído, recordaréis que dicho valor se rige según la masa del Prototipo Internacional de kilogramo, una pieza de platino e iridio que se encuentra guardada a buen recaudo en la ciudad francesa de Sèvres.

Además, existen varias copias por todo el mundo, pero ninguna de ellas conserva exactamente la misma masa que al principio, por factores tales como la suciedad acumulada por los años. Por eso, ya está más que decidido que en la Conferencia General de Pesos y Medidas de 2018 se dará una nueva definición de kilogramo mucho más exacta; pero, ojo, que la cosa no queda ahí, pues también el segundo, el kelvin, el amperio, el mol y la candela, dejarán de ser lo que eran.

La actualización del kilogramo y otras unidades de medida

actualización del kilogramo

Para medir el kilogramo, el uso de constantes de la naturaleza es mucho mejor que el de un trozo de metal cogiendo polvo en Francia.

Por eso, los investigadores llevan años tratando de definir con claridad la constante de Planck, una constante natural que hace referencia a la relación entre la energía de una partícula y su frecuencia, y que lleva tratando de medirse desde la década de los 70.

Afortunadamente, en 2014 por fin dieron con el que parece el valor correcto, por lo que los preparativos para utilizarla como referencia para la medición del kilogramo ya están en marcha.

Pero eso no es todo, pues también se van a modificar en base a constantes naturales otras unidades, como el segundo, el kelvin, el mol, el amperio (intensidad de corriente) o la candela (intensidad luminosa).

Las constantes de la naturaleza utilizadas para medir nuestros mundo

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La constante de Planck no es la única que se encuentra en el punto de mira para el cambio de unidades, sino que también pasa lo mismo con otras, como la velocidad de la luz, la de Botlzmann o la de Avogadro, que se utilizarán para redefinir el segundo, el kelvin y el mol, respectivamente.

Además, algo similar pasará con el amperio, definido con anterioridad como la corriente que produciría una cantidad concreta de fuerza al fluir por dos cables infinitamente largos, separados entre sí por un metro de distancia.

La comprobación de dicha unidad de forma experimental es imposible, al no poder disponer de esos cables de longitud infinita, por lo que se propone medir el amperio en base a la carga del protón y el electrón, ambas cifras mucho más reales.

¿Cómo nos afectarán estos cambios de unidades?

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Tranquilos, estudiantes de instituto, a nivel básico no tendréis que estudiar más de lo que estudiáis. Tampoco lo notaremos los demás en nuestra vida diaria, al utilizar estas unidades de medida.

Pero los que sí que se beneficiarán del cambio serán los científicos, pues podrán hacer medidas más precisas en campos como la industria farmacéutica, en los que la medida exacta de la dosis es esencial.

Y si ellos se benefician, indirectamente lo hacemos nosotros también.