Así es tu segundo cerebro
Existe una curiosa relación entre cerebro y sistema digestivo en la que nuestra flora intestinal tiene muchísimo que ver.
6 diciembre, 2016 12:01Noticias relacionadas
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A veces, el hambre causa tal influencia sobre nosotros que llegamos a creer que pensamos con el estómago.
De hecho, ésta es una expresión que se usa a menudo, normalmente a modo de broma, sin ninguna creencia de que realmente pueda existir algo así.
Pero, ojo, porque quizás afirmar que pensamos con el estómago sea un poco exagerado, pero sí que es cierto que nuestro cerebro está íntimamente ligado con el sistema digestivo, hasta el punto de casi considerarse que, a modo figurado, tenemos un segundo cerebro situado en él.
El nervio vago, el canal de unión entre cerebro y sistema digestivo
Como sabéis, a través de una intrincada red nerviosa, el cerebro se encarga de enviar señales a través de todo nuestro cuerpo, convirtiéndose en el principal responsable de la gran mayoría de nuestras acciones.
Uno de los canales de unión más importantes de esta importante y necesaria red es el nervio vago, un nervio que ocupa el décimo puesto de los conocidos como los doce pares craneales, y que se encarga de enervar la faringe, el esófago, la laringe, la tráquea, los bronquios, el corazón, el estómago, el páncreas, el corazón y algunas otras vísceras.
Esto lo convierte en responsable de algunos de los síntomas que sentimos cuando estamos nerviosos, como las palpitaciones cardíacas o la respiración acelerada, pero principalmente lo vincula con los órganos componentes del sistema digestivo, en los que incluso se ha detectado la presencia de un gran número de neuronas.
Como resultado, se ha comprobado que, en caso de cortar el nervio vago, los reflejos digestivos continúan,pues estas células nerviosas pueden seguir realizando su función.
¿A qué se debe esta unión entre cerebro y sistema digestivo?
Como nos cuentan en un vídeo del canal AsapScience, la causa de esta unión entre cerebro y sistema digestivo tiene un origen evolutivo, ya que se necesita una buena conexión entre ambos para saber, por ejemplo, si un fruto silvestre es susceptible de ser comido o si, en caso afirmativo, será nutricionalmente beneficioso.
Por ejemplo, al ser las grasas y el azúcar combustibles esenciales para el organismo, la colaboración entre cerebro y sistema digestivo da lugar a la liberación de neurotransmisores generadores de placer después de comer alimentos ricos en estas sustancias, alentándonos a ingerirlos con más frecuencia.
Imaginad que os estáis comiendo una tarta rebosante de chocolate. Pues eso.
Los microbios digestivos, los otros culpables de la unión entre cerebro y sistema digestivo
Existen muchos estudios científicos que relacionan la microbiota intestinal con nuestro comportamiento a la hora de comer.
De hecho, algunos de ellos se adentran en la capacidad de las bacterias de nuestro sistema digestivo para promover la liberación de dopamina y serotonina, enviando a su vez señales por el nervio vago que nos incitan a seguir comiendo alimentos que beneficien a su supervivencia.
El descubrimiento de esta forma microbiana de manipularnos se encuentra en el punto de mira de tratamientos para la obesidad y otros trastornos asociados a la sobrealimentación, ya que se puede sustituir la flora bacteriana a través del consumo de probióticos o el trasplante de heces, colocando en su lugar bacterias que no nos hagan comer de esta forma desmesurada.
Otro ejemplo de la relación entre microbioma y cerebro es la asociación que se hace en algunos estudios con la aparición de trastornos del espectro autista. Un experimento muy clarificador al respecto fue el realizado por un equipo de investigadores, que tomaron un grupo de ratones que habían sido criados en ambientes estériles, sin posibilidad de que su sistema digestivo fuese colonizado por bacterias, y comprobaron después que, efectivamente, mostraban síntomas similares a los del autismo en humanos.
Comportamiento y depresión, cosa también del microbioma intestinal
También se ha comprobado que aquellas personas que consumen alimentos probióticos tienen menos posibilidades de padecer ansiedad y depresión, por lo que queda clara la influencia de nuestro microbioma en la generación de los neurotransmisores asociados a la felicidad y el bienestar.
Y eso no es todo, pues nuestro microbioma nos manipula de las formas más insospechadas; como, por ejemplo, promoviendo las interacciones sociales que favorecen que nos reproduzcamos.
La curiosa relación entre microbioma y neurodegeneración
Uno de los últimos descubrimientos realizados en torno a la relación entre cerebro y sistema digestivo fue llevado a cabo hace unos meses por científicos de la Universidad de Harvard, que hallaron cómo, bajo dietas determinadas, los microbios de nuestros intestinos generan unas pequeñas moléculas que viajan hasta el cerebro, donde actúan sobre los astrocitos, bloqueando los procesos de inflamación y previniendo la neurodegeneración que lleva al padecimiento de enfermedades tan terribles como el Alzheimer.
¿Os imaginabais que pudiese haber una relación tan grande entre dos sistemas tan diferentes de nuestro organismo? Al final va a resultar que sí pensamos con el estómago.