Las centrifugadoras son un elemento esencial en los laboratorios de diagnóstico.
Y es que, entre todas sus funciones, una de las más importantes es separar el plasma de las células en las muestras de sangre, algo esencial para el diagnóstico de un gran número de enfermedades. El problema es que son máquinas especialmente caras, de modo que los países en vías de desarrollo no pueden permitírselas o, si consiguen hacerlo, tampoco podrán utilizarlas correctamente, con motivo de los cortes de suministro eléctrico que tan habituales resultan en estas regiones.
Por eso, la centrifugadora de papel que acaba de ser diseñada por un grupo de estudiantes de la Universidad de Stanford podría ser la solución perfecta, ya que su coste es de apenas 20 centavos y no necesita electricidad para su funcionamiento.
Una centrifugadora de papel que podría revolucionar la medicina
Consciente del problema que supone la falta de centrifugadoras en los laboratorios de estos países subdesarrollados, en los que el diagnóstico temprano de ciertos tipos de enfermedades es esencial, un profesor de bioingeniería de la Universidad de Stanford propuso a sus alumnos la búsqueda de algún mecanismo que permitiese construir una de estas máquinas disminuyendo los costos lo máximo posible.
Pero, con su propuesta, ni siquiera él podía imaginar lo sumamente sencilla que sería la solución al problema de uno de sus alumnos, llamado Saad Bhamia.
Y es que el joven se encontraba jugando con un juguete tipo yoyó cuando se dio cuenta de que podía girar tan deprisa que, con unas pocas modificaciones, se podía aprovechar para la elaboración de una centrífuga manual, construida sólo con papel, plástico y una goma.
El resultado, llamado Paperfuge, ha sido publicado en Nature Biomedical Engineering y sirve para diagnosticar enfermedades como la malaria, el VIH, la enfermedad del sueño africana o la tuberculosis. Para que luego digan que los juguetes no sirven para nada.