¿Sabéis esos momentos en las películas en las que los científicos locos se dan cuenta de acaban de condenar a la humanidad? Cuando una creación aparentemente inofensiva se vuelve en su contra y hace falta que aparezca Schwarzenegger para salvarnos. Así es como nos sentimos después de leer los resultados de una investigación de la American Chemical Society, que ha conseguido crear un metal líquido capaz de estirarse y moverse en todas las direcciones.
En efecto, han conseguido algo muy parecido a lo que podía hacer el T-1000, el villano de Terminator 2 y toda una máquina de matar imparable (excepto cuando lo paran, claro). Si nosotros hubiésemos inventado un Terminator, no estaríamos gritándolo a todo el mundo sino preparándonos contra viajeros en el tiempo; pero, tal vez negando la posibilidad de tales viajes en el tiempo, los investigadores no han dudado en publicar un vídeo en el que demuestran las posibilidades de su invento.
Metal líquido como el de Terminator, cada vez está más cerca
Los metales tienen un punto de fusión muy elevado comparado con la temperatura ambiente, así que, salvo excepciones, sólo podemos verlos en estado líquido si los calentamos a temperaturas extremas. Hablando de esas excepciones, es cierto que hay metales que permanecen en estado líquido a temperatura ambiente, como el mercurio, algunas aleaciones o el galio. Esto los hace ideales para la creación de “robots blandos” y componentes flexibles; sobre se añaden partículas magnéticas, con las que es posible moverlos con un simple imán.
Sin embargo, debido a su gran tensión superficial, estos metales sólo pueden moverse de esta manera de forma horizontal y sumergidos en un líquido; corremos el riesgo de romperlos y acabar con dos gotas de otra forma. El logro conseguido por estos investigadores consiste precisamente en poder manipular este metal líquido para que se mueva en las tres direcciones y se estire a niveles que hasta ahora eran imposibles.
Un gran logro para el futuro de la electrónica flexible
Para conseguirlo, empezaron añadiendo partículas de hierro a una gota de aleación de galio, indio y estaño, sumergida en un ácido clorhídrico. Comprobaron que se formaba una cápa de óxido de galio en el exterior de la gota, lo que bajaba la tensión superficial y les permitía estirar la gota hasta cuatro veces más usando dos imanes en direcciones opuestas.
De esta manera, podían hacer que el metal conectase dos electrodos separados para encender una bombilla, por ejemplo. El metal también se podía estirar de manera vertical además de horizontal; y es entonces cuando también descubrieron que no hacía falta que el material estuviese completamente sumergido en líquido para que ganase estas propiedades. Es algo así como un “robot anfibio”, según sus creadores.
Este hallazgo puede tener muchas utilidades prácticas, pero nos vais a perdonar si ahora mismo lo único en lo que pensamos es en buscar a John Connor.
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