El CFC-11 es un clorofluorocarbono, perteneciente a una familia de gases muy útil en el sector industrial. Tiene una baja temperatura de ebullición, hasta el punto de que hierve a prácticamente temperatura ambiental, así que era usado especialmente en frigoríficos y neveras, así como para producir productos aislantes. La forma verbal no es casualidad: el CFC-11 ya no se fabrica de manera masiva, gracias a los acuerdos del Protocolo de Montreal firmados en 1996.
Y es que el CFC-11 también es uno de los mayores destructores de la capa de ozono que se conocen. Su emisión descontrolada fue una de los causantes del aumento del agujero de la capa que protege a todos los seres vivos de la Tierra frente a las radiaciones ultravioleta. Su prohibición fue uno de esos raros momentos en los que la humanidad se puso de acuerdo en que se estaba destruyendo a si misma; uno de esos momentos que hoy en día echamos en falta.
Un gas prohibido pero que sigue emitiéndose a la atmósfera
Pero que los grandes países del mundo se reúnan para prohibir un producto químico no significa que todo el mundo vaya a seguir sus dictados, por supuesto. El trabajo de los gobiernos en las últimas décadas ha sido controlar este tipo de emisiones, y lo han conseguido con éxito… hasta el 2012, cuando las emisiones de gases destructores de la capa de ozono repuntó sin explicación.
Para entonces, la mayoría de la industria había encontrado sustitutos al CFC-11; pero había alguien que prefería seguir produciéndolo y usándolo. La gran pregunta era ¿quién? Responder a esa pregunta no era tan sencillo como mirar al cielo, y los culpables lo sabían. Si habían conseguido evitar los controles locales, era imposible que otros países descubriesen dónde estaban, ¿verdad?
Eso es lo que creían. Ahora, una investigación publicada el pasado miércoles ha revelado la zona exacta en la que se han producido las emisiones de CFC-11. Ha sido un trabajo que ha precisado de la colaboración de científicos de todo el mundo; el equipo está compuesto de investigadores ingleses, surcoreanos, japoneses, estadounidenses, australianos y suizos.
Cómo consiguieron detectar el gas destructor de la capa de ozono
La idea que tuvieron fue triangular la posición de estos gases usando estaciones de monitorización; la clave es que tuvieron que instalarlas en lugares remotos, para evitar posibles “interferencias” de zonas industrializadas. Una vez que tuvieron una idea generalizada de dónde estaban los gases, fueron acercándose poco a poco.
Finalmente, dos estaciones, una en Corea del Sur y otra en Japón, lograron medir con precisión la zona desde la que salían los gases. Las mediciones muestran picos en contaminación cuando los vientos provienen de áreas industrializadas; y concretamente desde el 2012 la magnitud de estos picos aumentó.
La zona culpable está en China, concretamente en el este del país. Sólo en esta zona las emisiones del gas prohibido aumentaron en 7.000 toneladas desde el 2013; probablemente para la fabricación de frigoríficos. Este ha sido un trabajo de investigación sin igual, pero aún no ha terminado. Ahora le toca el turno al gobierno chino, quien en colaboración con las Naciones Unidas está realizando más estudios para localizar las fábricas concretas que están emitiendo el CFC-11 a la atmósfera.
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