Si los aviones son el eje de la movilidad de personas a nivel mundial, los barcos hacen lo propio con las cargas. Grandes buques transportan toneladas de mercancías alrededor del mundo y acaparando un porcentaje de consumo de combustibles fósiles elevadísimo en el cómputo global.
Las navieras, de las más grandes a las más pequeñas, buscan ahorrar costes a través de diseños novedosos, tecnologías autónomas y la utilización de energías alternativas al petróleo. Pero no es tarea fácil cuando juegas en un entorno tan cambiante y complicado como es el mar, así que la implementación de nuevos productos de ingeniería no es tan ágil como en otros sectores.
El futuro más próximo pasa por motores tradicionales más eficientes y diseños de cascos que ofrecen menos resistencia en la marcha. En cambio, en el futuro más lejano se juega con nuevos combustibles, el regreso de la vela y la inteligencia artificial para navegar de forma más segura.
Los barcos del futuro serán inteligentes o no serán
Es complicado encontrar una disciplina más o menos compleja donde no sea aplicable la inteligencia artificial para mejorarla. La náutica no iba a ser menos y hace unos años, Industrias Ferri, la Universidad de Vigo y el CIME crearon un sistema englobado en el proyecto Ulises que permite la automatización de la navegación marítima.
En concreto, se trata de un accesorio que se puede instalar en cualquier barco (por grande o pequeño que sea) y utilizará la robótica para la navegación autónoma. Muy útil también es la posibilidad de establecer un posicionamiento y, mediante sensores y actuadores, el barco permanezca en una posición y orientación establecidas automáticamente.
Los últimos datos disponibles del proyecto Ulises datan del 2017 gracias a un vídeo que Industrias Ferri tiene publicado en YouTube. En él podemos ver a la embarcación autónoma haciendo pruebas en el mar y nos detallan las posibles aplicaciones de defensa marítima en entornos complicados.
Siguiendo esta misma línea de embarcaciones autónomas tenemos el caso de la tecnología Rolls-Royce Ship Intelligence. Un sistema desarrollado por la compañía del mismo nombre con la colaboración de gigantes tecnológicos como Intel y que ya vio sus frutos a finales de 2018.
La inteligencia artificial no ha aterrizado con fuerza todavía en aplicaciones del transporte. Ni los coches, con Tesla a la cabeza, han conseguido un nivel de autonomía suficiente para prescindir del conductor, así que en el terreno marítimo tendremos que mirar todavía más allá.
Velas rígidas made in Spain y combustibles alternativos
Sin salir de nuestras fronteras nos encontramos con Bound4Blue, una compañía creada por ingenieros aeronáuticos en Cataluña que se dio cuenta del potencial que tenían las velas aplicadas a grandes barcos. Se pusieron manos a la obra y consiguieron dar con un diseño funcional.
En Bound4Blue utilizan velas rígidas, orientables y plegables capaces de utilizar la fuerza del viento para impulsar a los grandes buques mercantes, petroleros, gaseros y prácticamente en cualquier embarcación.
Llevando la navegación un paso más allá tenemos el Energy Observer. Un catamarán que en su periplo recorrerá 110 puertos de 50 países para demostrar que se puede recorrer el mundo si emitir un solo gramo de dióxido de carbono a la atmósfera.
Para ello, cuenta con una serie de paneles fotovoltaicos unidos a una cadena de baterías que son capaces de propulsar al navío durante el día. Para la noche, utilizará hidrógeno generado por el propio barco mediante electrólisis como combustible. Y, para los días de viento, utiliza un sistema de velas rígidas muy similar al desarrollado por Bound4Blue.
Por el momento, lleva casi 18.000 millas náuticas recorridas, 25 países y 48 puertos donde ha parado. El Energy Observer, al igual que el avión Solar Impulse, son la viva esencia de la innovación y la búsqueda de un transporte mundial más sostenible y comprometido con el medio ambiente.