Esto de atravesar el océano Atlántico en pocas horas es cosa de hace solo unas décadas. Antes de que existieran los grandes aviones comerciales el barco era el método más utilizado, aunque no el más rápido. Desde España partieron muchísimas de estas embarcaciones rumbo a Hispanoamérica con miles de personas en busca de un futuro mejor relegando el empleo de dirigibles a los países más ricos del norte de Europa.
Los dirigibles podían recorrer grandes distancias sobrevolando tierra y mar. No lo hacían a mucha altitud pero sí evitaban el fuerte oleaje que sacuden los mares y océanos en algunas épocas del año. Además, se consideraba un medio de transporte más exclusivo y los camarotes se ocupaban por la alta sociedad de la época.
Justo después del final de la Primera Guerra Mundial, Reino Unido y otros países comenzaron a explorar esta vía para cubrir las rutas internacionales e intercontinentales. Poco tiempo después comenzaron a organizarse viajes de auténtico lujo que podían atravesar 'el charco' en pocos días rumbo a Estados Unidos, a diferencia de las semanas que llevaba hacerlo en barco.
Arreglar un dirigible en marcha
Los materiales con los que estaba construido un dirigible no eran tan resistentes como lo son hoy en día. No era muy extraño que sufrieran algún tipo de 'pinchazo' en pleno vuelo y los técnicos a bordo tuvieran que emplearse a fondo para arreglarlo. Los aviones bimotores actuales pueden volar sin problemas con un solo motor, pero el principio físico que rige a los dirigibles les exige ser menos densos que el aire. De ahí que un agujero en la bolsa de gas sea fatal para la navegabilidad.
Una de las imágenes más representativas al respecto -la de portada de este artículo- fue tomada por el famoso fotógrafo Alfred Eisenstaedt, quien surcaba los cielos sobre el Atlántico cuando ocurrió un problema a bordo del dirigible alemán Graff Zeppelin LZ 127. Cámara en ristre, Eisenstaedt subió a lo más alto del dirigible donde el personal estaba trabajando en la reparación de la estructura externa de la aeronave.
En la imagen podemos observar a tres personas en línea aproximándose al agujero que se encuentra en primer plano. Todo ello en medio del Atlántico. Es cierto que los dirigibles no tenían una velocidad punta demasiado elevada, pero una caída en esas circunstancias habría significado morir en mitad de la masa de agua.
El LZ 127 era un dirigible de pasajeros -los hubo también militares- que empleaba hidrógeno como gas menos denso que el aire atmosférico. Levantó por primera vez el vuelo en septiembre de 1928 y finalizó servicios en junio de 1937. En los casi 9 años de historia le dio tiempo a recorrer prácticamente todo el mundo. Realizó vuelos cruzando el Atlántico, vuelos sobre el Ártico, en el Mediterráneo, en América del Sur, en el Medio Este...
Tenía una longitud de 236,6 metros con una capacidad de 105.000 metros cúbicos para acarrear gas. Se propulsaba gracias a cinco motores de 12 cilindros firmados por la prestigiosa Maybach que le permitían ascender a una altura de crucero de unos 200 metros y a una velocidad máxima de 128 kilómetros por hora.
Se requería la mano de obra de 36 personas de la tripulación y podía transportar a un máximo de 24 personas. Eso sí, a todo lujo. Tanto las habitaciones como las zonas comunes eran lo más en la época y tan solo unos cuantos afortunados podían viajar a bordo.
¿El regreso de los dirigibles?
La Segunda Guerra Mundial y la revolución de la aviación comercial tras ella hizo, además de otros factores, que los dirigibles prácticamente desapareciesen de los cielos de todo el mundo. En las décadas posteriores encontraron un pequeño nicho como soportes publicitarios aunque nada que ver con el éxito que tuvieron a principios del siglo XX.
Cuando el vuelo en dirigible parecía superado, algunas compañías han estado estudiando su posible vuelta. Principalmente aquellas que se dedican a la distribución y a la logística a escala mundial. El avión de carga es un medio muy rápido pero también muy costoso y contaminante. Y el barco, aunque puede transportar muchísimas toneladas, se hace lento para el mundo actual.
Los dirigibles, si los proyectos en marcha salen adelante, podrían ser ese punto intermedio entre barco y avión. Son más lentos que una aeronave de carga convencional, pero mucho más rápidos que un barco carguero. Del mismo modo, no son especialmente contaminantes y no necesitan de unas infraestructuras demasiado complejas.