Mientras el Ejército del Aire de España retira sus aviones Hércules, otros países no solo continúan volándolo, sino que pretender dar un lavado de cara y actualizar a esta clásica aeronave para que sirva con nuevos propósitos. Estados Unidos es uno de ellos y, a través de la Armada, pretende otorgar al modelo de una segunda vida un tanto peculiar.
Aunque los tiempos de la Guerra Fría donde un ataque nuclear parecía inminente hayan terminado, los programas de defensa relacionados con este tipo de armas están lejos de llegar a su fin. De esta forma, también se necesitan lugares seguros donde permanecer cuando se vaya a ejecutar o 'recibir' un ataque nuclear. Y los aviones parecen ser los preferidos por las potencias mundiales.
Estados Unidos, además, es un especialista en estas aeronaves. La Armada cuenta con una flota de Boeing 707 -un modelo muy antiguo de avión- especialmente modificados para soportar un ataque nuclear. Al ser una aeronave muy antigua y fuera de las líneas de fabricación, resulta muy caro mantenerlas y ya están buscando sustitutos.
El que protagoniza todas las quinielas, por ahora, es el Lockheed Martin C-130J, la versión más moderna y en producción del Hércules, para tomar el papel de TACAMO. Este acrónimo no es otra cosa que: Take Charge and Move Out. Algo así como "Toma el Mando y Lárgate". Un papel que tendrá que asumir en caso de entrar en guerra nuclear.
Los 'aviones del juicio final' (doomsday planes, como se les conoce en inglés) se convierten en el centro de operación y mando cuando la situación se pone realmente complicada. "Los resultados indican que el cuatrimotor militarizado C-130J es un avión óptimamente configurado para realizar la misión TACAMO", según la información proporcionada por la propia Armada de EE. UU..
"El C-130 está actualmente desplegado extensamente dentro del programa del Departamento de Defensa y desplegado en varias bases que crean sinergias de operación, entrenamiento y apoyo logístico para la ejecución de TACAMO", prosiguen.
Dada la popularidad del avión dentro de las armas del ejército estadounidense, será muy sencillo encontrar bases donde poder realizar labores de mantenimiento. O el importante ahorro de costes a la hora de formar a los operadores de tan especial aeronave.
Y es que, los aviones del juicio final no son unos 'cualquiera'. Además de todas las protecciones necesarias para resistir el temido pulso electromagnético (consecuencia directa de la explosión de una bomba nuclear), necesitan de un número importante de sensores y elementos de telecomunicaciones.
Al convertirse en el centro de mandos, el C-130J deberá ser capaz de comunicarse con otros aviones, con la superficie e incluso con los submarinos con capacidad nuclear que Estados Unidos tiene convenientemente desplegados en todos los rincones del mundo.
El presidente de Estados Unidos tiene a su disposición una pequeña flota de aviones del juicio final en alerta las 24 horas del día los 7 días de la semana. En él, el comandante en jefe (cargo militar que ostenta el presidente del país norteamericano) podrá ejercer sus funciones en mitad de un ataque nuclear. El avión elegido para ese fin es un Boeing 747, equipado con todo lo necesario y con capacidad de mantenerse en vuelo una semana.