Granada tiembla. El área metropolitana de la ciudad andaluza lleva unos días viviendo de primera mano los terremotos asociados a un enjambre sísmico, que parece no tener fin. Tanto, que han llegado a la joya de la ciudad, la Alhambra. Y eso que, salvo excepciones, España no es un país donde la sismicidad sea una de las grandes preocupaciones de la población como sí lo son en Japón o en algunas zonas de Estados Unidos.
En el sureste de la península están más que acostumbrados a cierta actividad sísmica. Los terremotos, aunque nunca son un plato de buen gusto, pasan sin mayores complicaciones y el susto se disuelve con el tiempo. Algo que no ocurre cuando se sufren temblores cada pocos minutos, en plena madrugada o durante el día. Las ondas sísmicas se están cebando con Granada que, por el momento, no registra más que daños materiales sin mucha importancia.
Para arrojar un poco de luz sobre los terremotos, los enjambres sísmicos y cómo se detectan los estos temblores, en OMICRONO hemos hablado con Juan Miguel Insúa, profesor del departamento de geodinámica de la Universidad Complutense de Madrid y con amplia experiencia en el estudio de terremotos, como el que sacudió Lorca en 2011.
¿Qué es un terremoto?
Los terremotos están asociados a fallas, que no son otra cosa que fracturas en la corteza terrestre. Unas 'debilidades' del terreno distribuidas por todo el planeta localizadas en entornos donde existen o han existido esfuerzos tectónicos que producen que las fallas 'se rompan'.
"Esa falla en principio es estable y empieza a acumular esfuerzos [debido al movimiento tectónico] y, cuando no aguanta más, un bloque de la falla se desplaza respecto a otro", nos ha contado Insúa. Esa energía acumulada que se libera en forma de vibración es lo que produce finalmente el terremoto. Y lo que está haciendo temblar Granada.
Además, según nos apunta Juan Miguel Insúa, no se pueden predecir. Poder anticipar cuándo va a ocurrir un terremoto es una de las tareas pendientes de la geología, pero de momento no se ha encontrado forma. "El estado crítico al que tiene que llegar la falla para que se rompa depende de muchos factores". Por ahora, inabarcables.
"Además de la acumulación de esfuerzos, la acumulación de fluidos, la orientación de la falla respecto a los esfuerzos, las propias características de la falla desde el punto de vista mecánico...". Lo que sí se puede hacer, apunta, es prevenir.
En esta fase de análisis sí se puede determinar cuál es el terremoto máximo que puede sufrir una determinada zona. Para ello se lleva a cabo un análisis sobre la cantidad de fallas y en función de la longitud y el tamaño, así será el terremoto máximo que pueda producirse. "Si las fallas son más cortas habrá terremotos más pequeños, pero si son más grandes, su potencial, es que puede haber terremotos más grandes".
"No sabemos cuándo va a ocurrir, pero sí sabemos que si ocurre podemos calibrar qué cantidad energía va a emitir esa rotura, como máximo". Es a lo que llega la tecnología y análisis actual. Una tarea clave para conocer el cómo y el dónde de los terremotos en España.
Este último factor es también muy importante. La onda que produce la falla al dispararse se atenúa a medida que viaja por la corteza terrestre y es esencial saber exactamente dónde se encuentra para la posible afectación a poblaciones o a infraestructuras críticas como centrales nucleares o presas. "Sí podemos decir dónde, sí podemos decir cómo y, lo único que no se puede predecir, es el cuándo", apunta Insúa.
¿Qué pasa en Granada?
En el caso particular de Granda, el responsable de la cantidad de terremotos vividos en estos últimos días es un enjambre. "La forma de romper la corteza para generar fallas puede ser variado. Hay zonas en las que toda la deformación se concentra en una única falla que genera grandes terremotos y hay otras, como en la cuenca de Granada, donde se distribuye en una gran cantidad de pequeñas fallas".
Las fallas del enjambre de Granada liberan la energía en terremotos más pequeños y "lo que ocurre es que los propios terremotos que se generan pueden afectar al estado tensional de fallas cercanas". Pudiendo hacer que se liberen otras y produciendo a su vez más terremotos.
"La cuenca de Granada está limitada por una serie de fallas noroeste-sureste con unas longitudes moderadas. Lo que está ocurriendo es una liberación de energía dispersa. No es una gran rotura asociada a una gran falla, sino muchas roturas asociadas a un número más o menos importante de fallas más pequeñas", nos ha contado Juan Miguel Insúa.
Vigilando terremotos
España cuenta con una red de sismógrafos repartidos por todo el territorio nacional. Unos aparatos capaces de detectar los movimientos sísmicos para el posterior estudio y evaluación.
En la provincia de Granada se encuentran tres de ellos. En la Presa de Quéntar, Sierra Gorda (Loja) y un tercero en Los Guajares; además de los dispuestos en provincias cercanas como Almería, Málaga o Jaén. También existe otra red de acelerógrafos más extensa y con varios emplazamientos dentro de la provincia.
A la red del Instituto Geográfico Nacional (IGN) se une la red del Instituto de Geofísica Andaluz. "Con todas esas señales captadas lo que se hace es registrar el temblor en las diferentes estaciones", apunta Insúa. Con esos datos se puede establecer un epicentro gracias al tiempo que tardan las ondas en llegar a los diferentes sismógrafos.
"Se reúnen todas las señales de todos los sismógrafos que han recibido esa vibración y se calcula a qué distancia se encuentra de cada uno de ellos. Es ir acotando cada vez más la distancia e ir interseccionando círculos para dar con el punto".
La primera aproximación que se hace de la magnitud, localización y profundidad del terremoto es automática. "Los sismógrafos reciben la señal del terremoto y, de manera automática, con una serie de algoritmos 'groseros' se hace una primera aproximación".
Una vez hecho este cálculo automático, la red de operadores dependientes del Instituto Geográfico Nacional se pone manos a la obra. "Ellos se dedican a determinar cuál es exactamente la llegada de los frentes de onda, de forma manual".
Lo normal, según apunta Juan Miguel Insúa, es que cuando ocurre un terremoto, la primera noticia que se publica es un reporte automático generado a partir de esos algoritmos. Y, minutos después, se emite el mismo seísmo con los cálculos revisados, donde se puede cambiar incluso la magnitud.
"Por último, se hace una tercera vuelta con fines científicos y de investigación donde se puede refinar todavía más los grandes eventos y las pequeñas réplicas". Réplicas que, normalmente, se suelen producir a lo largo del plano de la falla que está produciendo los temblores.
Dentro del Instituto Geográfico Nacional, en la sede que tiene en la calle madrileña de General Ibáñez de Ibero, hay personas las 24 horas del día monitorizando la actividad sísmica de todo el territorio nacional. Que son también los que realizan los cálculos tras el primer reporte automático.
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