En España hay una gran variedad de hongos, unos de los organismos más antiguos y tenaces del mundo que protagonizan algunas recetas de comida conocidas, como los champiñones. Sin embargo, a partir de ahora también se podrían encontrar entre los materiales de confección de ropa, relojes inteligentes y otro tipo de wearables.
Actualmente un proyecto en desarrollo por la Universidad del Oeste de Inglaterra (Bristol), la empresa italiana de biotecnología Mogu, el Instituto Italiano de Tecnología y la Universidad Oberta de Cataluña (OUC) trata de construir una estructura con hongos, concretamente un edificio.
Una técnica que implica hacer crecer el organismo en una forma apropiada en pequeños módulos, como ladrillos, bloques u hojas, que luego se secan para matar el hongo y formar un compuesto sostenible e inodoro. Sin embargo, cuando el micelio -el conjunto de filamentos que forman la parte vegetativa de un hongo- permanece vivo e integrado en nanopartículas y polímeros, se puede llevar más allá y utilizarse para desarrollar componentes electrónicos.
"El hongo está vivo. Queremos tomar datos de cómo siente su ambiente inmediato y que nos reporte información sobre la temperatura o los niveles de oxígeno para abrir ventanas o cerrarlas. Incluso si detecta un químico nocivo, que alerte para que se evacúe un edificio. Es decir, la información que siente el hongo la puede recibir un ordenador y éste a su vez actúa en consecuencia", explica Antoni Gandía, director de tecnología de Mogu, a OMICRONO.
Recopilar información
El trabajo podría impulsar la aparición de nuevos materiales fúngicos que ofrecerían un sinfín de características interesantes, entre las que se encuentran su sostenibilidad, durabilidad, capacidad de reparación y adaptabilidad.
De esa investigación crece el proyecto de los wearables. Aparte de construir elementos sólidos con el hongo, también se pueden crear elementos flexibles. "Hay otra variedad en el mundo de la biofabricación con hongos que consiste en crear textiles o material que se parece al cuero. Si se mantiene vivo ese material hecho con hongos, se puede utilizar como un sensor que una persona lleva encima, como un pequeño parche en una cazadora", explica Gandía.
En ese sentido, la investigación está explorando la capacidad de utilizar los hongos como un sensor capaz de recopilar información en relojes inteligentes y otros dispositivos portátiles. Además, se ha demostrado que estos organismos tienen propiedades que permitirían poder sentir y procesar diversos estímulos externos: como la luz, las deformaciones, la presencia de sustancias químicas y hasta señales eléctricas.
En cualquier caso, cabe destacar que a los usuarios no les pasaría nada por utilizar un reloj inteligente hecho con hongos. En el estudio se están utilizando hongos que en la naturaleza se alimentan de madera, y normalmente muerta y en descomposición. Por lo tanto, no son hongos que puedan atacar a una persona, ya que están considerados seguros.
La primera fase del proyecto es ver si se pueden construir los materiales hechos con hongos y luego llegaría el momento de utilizarlos como sensores para analizar y recopilar datos. En el caso de los relojes inteligentes, "las correas del reloj podrían ser de un material vivo que se alimenta del sudor de la persona y que podría enviar señales e información eléctrica al smartwatch. Imaginando, incluso, que el reloj está conectado a un montón de equipos y elementos en casa o el trabajo que van a actuar en función de los datos que da el hongo", explica el directivo.
Entre los datos que los hongos podrían recopilar se encuentran tanto el pulso hasta las hormonas que se están segregando en el sudor, tanto si son buenas o malas. Además, también entrarían las hormonas que son señal de estrés. "Con esos datos se podrían activar dispositivos en casa que, por ejemplo, pudieran cambiar los aromas para bajar el nivel de estrés de las personas o abrir ventanas porque se ha detectado que no hay el suficiente oxígeno en una habitación. Incluso activar la calefacción si la temperatura corporal es baja", indica Gandía.
Un biosensor
La investigación, cuyo nombre es "Reactive fungal wearable", analiza la capacidad del Pleurotus ostreatus, el champiñón ostra, para detectar posibles señales procedentes del entorno, lo que incluiría, por ejemplo, el cuerpo del ser humano. Además, estudia y recoge su papel como biosensor capaz de distinguir estímulos químicos, mecánicos y eléctricos. Los hongos son capaces, incluso, de procesar información de una forma parecida a como lo haría un ordenador.
Se puede reprogramar la geometría y la estructura teórica de gráficos de las redes de micelio, y luego usar la actividad eléctrica de los hongos para realizar circuitos de computación. De esta forma, los hongos no solo responden a los estímulos y disparan señales en consecuencia, sino que también permiten manipularlos para realizar una tarea computacional, es decir, procesar información. Como resultado, existe la posibilidad de crear componentes de ordenador con material fúngico, capaces de sentir y reaccionar ante ciertas señales externas.
A la hora de recopilar información, los dispositivos deberán estar preparados para leer los datos de forma automática. "Estaría integrado. Pensando en relojes, estos dispositivos deberían estar preparados y tener unos electrodos que van a estar unidos o que se insertan en la parte viva hecha con hongos. En cuanto a un uso más general, imagino que en algún momento habrá una aplicación a la que uno se podrá conectar desde un teléfono para reconocer los patrones".
Los hongos también podrían hacer que estos dispositivos sean más inteligentes. Por ejemplo, los circuitos que integran los relojes inteligentes no son capaces de detectar todo. Es decir, hay un sensor para la temperatura, otro para la humedad y muchos más que no están integrados en el mismo circuito. "Son elementos separados que se deben poner en una misma pieza ocupando mucho espacio. El hongo puede ser tan pequeño como un filamento, y ese filamento va a inyectar todos los elementos de los estímulos por él sólo. Además, es orgánico y biodegradable", afirma Antoni Gandía.
Imaginando un reloj inteligente hecho con hongos, también cabe la duda de si se requerirá un cuidado especial del dispositivo. En ese sentido, el estudio continúa investigando, pero en cierta manera sí habría que cuidarlo ya que "el hongo se podría alimentar perfectamente del sudor de la persona. Pero mientras no se utiliza habría que mantenerlo en una incubadora para que siempre esté húmedo y no se seque. Otra alternativa sería crear una correa perecedera que al cabo de un tiempo ya no sirva, y como es biodegradable, se puede tirar a la basura", concluye el directivo.
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