Así destruye a los aviones la ceniza de un volcán: "No es por la visibilidad, es como una lija"
La ceniza volcánica, como la que emite el Cumbre Vieja de La Palma, es uno de los mayores peligros a los que se pueden enfrentar los aviones, pudiendo incluso parar los motores.
21 septiembre, 2021 03:03Noticias relacionadas
La lava sigue brotando del interior de la isla canaria de La Palma y las consecuencias de las coladas comienzan a afectar directamente a la población. A los desalojos masivos y a las viviendas literalmente engullidas por los ríos de roca fundida se une el problema de las conexiones aéreas tan esenciales para mantener comunicadas las diferentes islas del archipiélago.
El primer aeropuerto afectado ha sido el de La Gomera, que ha visto cómo sus vuelos se cancelaban durante unas horas en la mañana del lunes a la espera del comportamiento de las cenizas volcánicas que se desplazan por la atmósfera. Y eso que volcán de Cumbre Vieja de La Palma nada tiene que ver con el islandés Eyjafjallajökull que causó estragos en la aviación mundial en 2010, paralizando una parte importante de los vuelos en toda Europa.
El Cumbre Vieja pertenece a un tipo de volcán con erupciones estrombolianas que no se encuadra dentro de las erupciones violentas que suelen caracterizarse por emitir más cantidad de cenizas. Pero aún así, el peligro para los aviones existe y el seguimiento por parte de los pilotos, compañías aéreas y servicios meteorológicos y de control aéreo estatal debe de ser lo más exhaustivo posible.
"Es como una lija"
Uno de los puntos más importantes recae precisamente sobre los meteorólogos encargados de estudiar la atmósfera. "Lo primero es conocer la altura y a dónde se dirige la ceniza de la erupción", ha indicado a EL ESPAÑOL - Omicrono Vicente González, piloto comercial en las Islas Canarias. "En el caso de Canarias los vientos alisios empujan la ceniza hacia el sur, pero a medida que va alcanzando cierta altura puede que ese viento cambie y pueda redirigirlas". Que es lo que ha ocurrido en el caso del Aeropuerto de la Gomera.
Por el momento, la nube de ceniza se encuentra a baja altitud y tan solo puede afectar a los aviones que realizan trayectos entre las islas. Los últimos reportes meteorológicos indican que se encuentra a un máximo de 2.500 metros (8.000 pies) y la previsión apunta a que se mantendrá a esa misma altitud y apuntando hacia el suroeste de La Palma.
Toda esa información es primordial para que ninguna aeronave entre en una nube de cenizas volcánicas, más todavía porque los radares meteorológicos que equipan la gran mayoría de los aviones no son capaces de detectarlas y la principal arma es una buena planificación. Con todas las precauciones "es muy complicado que un avión se meta dentro de una nube de cenizas", prosigue Vicente González. Pero de darse, la situación se puede tornar muy complicada para la tripulación.
"La ceniza actúa como una lija para la aeronave", comenta González. Que señala el extraordinario daño que sufren las partes más expuestas, como el parabrisas -que puede arañarlo y erosionarlo completamente-, las superficies de sustentación y parte del fuselaje. "Han habido casos en el pasado en los que la ceniza eliminó la pintura de los aviones". Algo parecido a lo que ocurre con esas máquinas de limpieza que sueltan arena a presión.
Lecturas erróneas
Otro problema importante es el taponamiento de las entradas de aire que alimentan algunos sensores clave del avión. "Si entra ceniza a esos tubos [que por lo general están muy expuestos] el avión puede ofrecer lecturas de velocidad y de actitud erróneas". Esos datos son vitales para un vuelo seguro y si los pilotos reciben datos erróneos puede terminar en tragedia.
Aunque lo más peligroso de todo es cómo afecta la ceniza a los motores. Además de ese efecto lija que produce a las primeras etapas de compresión en los motores de reacción, el punto de fusión de las partículas de ceniza está por debajo de la temperatura de funcionamiento de los motores.
De ser ingeridas por estos propulsores y llegar a la cámara de combustión, la ceniza se convierte en una masa viscosa que se aloja en todo el sistema. "Lo va reventando por dentro", apunta González, que también señala las muchas posibilidades que hay de que lleguen a detener los motores.
¿Qué se hace después?
Como suele pasar con prácticamente todas las situaciones que se pueden dar en un avión, los pilotos están preparados para tan delicada situación. "Existe un procedimiento para cuando un avión se interna dentro de cenizas volcánicas", comenta. La primera tarea que indica la lista de la maniobra es hacer un giro de 180º, "te tienes que dar la vuelta inmediatamente". Pero hay más.
Justo en el momento en el que se detecta el vuelo en una nube de cenizas volcánicas, los pilotos se colocarán las mascarillas de oxígeno. "Es posible que en la cabina de pasajeros se desprendan las mascarillas, como cuando hay despresurizaciones". Este procedimiento sirve para que el aire respirable deje de depender de lo que inyectan los motores y se recurra al circuito cerrado que integran las aeronaves presurizadas.
También se reduce la potencia de los motores para minimizar lo máximo posible la ingesta de ceniza y se activan ciertos sistemas auxiliares para que el avión continúe generando electricidad aunque se detengan los motores. "No es una situación agradable para un piloto", recalca.
Uno de los sistemas de detección más prometedores se puso a prueba en el 2013 como respuesta a lo acontecido en el 2010 con el volcán islandés. Airbus, EasyJet y Nicarnica Aviation crearon una nube artificial de cenizas volcánicas en el Golfo de Vizcaya para probar un nuevo dispositivo que se instala a bordo de las aeronaves con el fin de detectar la nube. El experimento fue un rotundo éxito y desde EasyJet informaron que iban a ir introduciendo el sistema en sus aviones a partir del año 2014.
El caso del KLM 867
Uno de los casos de vuelo a través de cenizas volcánicas más sonado de la historia es el vuelo 867 de la neerlandesa KLM. El 15 de diciembre del 1989, un Boeing 747-400 de la compañía acababa de iniciar su descenso hacia el Aeropuerto de Anchorage (Alaska) proveniente de Ámsterdam cuando los cuatro motores se apagaron.
Los pilotos rápidamente se dieron cuenta del problema y a poco más de 3.000 metros consiguieron encender de nuevo los motores y aterrizar satisfactoriamente. Ninguna de las 231 personas a bordo resultaron heridas, pero los 4 motores tuvieron que ser reemplazados. Así como algunas partes como el parabrisas.
"Hoy en día es prácticamente imposible que pase eso. Los satélites permiten planificar los vuelos más afinadamente y, al igual que se hace con las tormentas, las nubes de ceniza se pueden evitar", concluye Vicente González.