La Unión Soviética se caracterizó por poseer una industria aeronáutica muy potente gracias a los numerosos programas estatales que buscaban superar la tecnología militar estadounidense durante la Guerra Fría. De entre todos los proyectos que un día levantaron en vuelo, destacan los ekranoplanos como una de las especialidades de los ingenieros del estado federal y que tuvieron muy poca presencia en otros países como España.
Estos ekranoplanos utilizan el efecto suelo para sobrevolar principalmente superficies acuáticas gracias a que también pueden flotar como si fueran barcos. Algo que nos les limita para internarse tierra adentro puntualmente. Entre los modelos más emblemáticos se encuentra el Bartini Beriev VVA-14, creado en plena contienda soviética contra Estados Unidos con el fin de servir para la lucha antisubmarina.
El encargo recayó sobre el italiano Robert Bartini quien recaló en la Unión Soviética tras un largo periplo como militar y tras realizar estudios sobre ingeniería aeronáutica en Milan. Bartini se convirtió en uno de los referentes de la aviación de la época participando en la creación de ekranoplanos en los años 60 y principios de los 70.
Gigante antisubmarinos
El programa que desarrolló el VVA-14 nació como respuesta soviética a la amenaza submarina de Estados Unidos que por entonces se encontraba en uno de los momentos más complejos de toda la Guerra Fría. Y en particular a los misiles nucleares Polaris que equipaban algunos sumergibles del país norteamericano.
Como primer paso, Bartini, que colaboró en la oficina de diseño Beriev, estipuló un desarrollo en 3 fases cada uno con la creación de un prototipo. La idea original no era la de construir un ekranoplano, sino fabricar un avión de despegue y aterrizaje vertical (VTOL). Un concepto que hoy en día es muy común en aeronaves de todo tipo pero que supuso un reto demasiado complejo para su época.
El primer prototipo despegó en 1972 casi como una primera aproximación a la tecnología necesaria y todavía muy lejos de la idea final de Bartini. "Esta aeronave no tenía motores de elevación ni ningún equipo para la búsqueda de submarinos", indicó Andrii Sovenko, historiador de la aviación soviética, a CNN. Sovenko conoció a Nikolai Pogorelov, adjunto a Bartini durante el diseño del VVA-14.
Esta aeronave preliminar "estaba destinada únicamente para estudiar las características de vuelo horizontal y probar los sistemas de la aeronave". Entre el primer vuelo del 72 hasta 1975, realizó un total de 107 vuelos acumulando 103 horas.
El segundo iba a ser el elegido para equipar nuevos motores que le permitieran despegar verticalmente, pero ese momento nunca ocurrió aunque la aeronave sí se construyó. El proyecto cayó entonces en desgracia y el único prototipo se desensambló. Pero entonces Bertini se dio cuenta de que podía reciclar su diseño como un ekranoplano.
No fue hasta después del fallecimiento del ingeniero italiano cuando se realizaron las primeras pruebas en 'modo' ekranoplano, proporcionando buenos resultado. Pero nuevamente el proyecto se dejó aparcado indefinidamente. "Creo que el ejército soviético se dio cuenta rápidamente que la efectividad del VVA-14 como avión antisubmarino habría sido baja", comentó Sovenko.
En cuanto a características técnicas, la tripulación del VVA-14 estaba compuesta por 3 miembros dentro de la cabina de vuelo. La longitud de todo el avión era de 26 metros con una envergadura de 30 metros y un peso máximo estimado de 52 toneladas.
Para el sistema de propulsión horizontal se eligió un par de motores dispuestos en la parte superior del fuselaje mientras que el trabajo de despegue vertical habría recaído por 12 motores más pequeños. Algo que, como se ha comentado, nunca llegó a suceder. La velocidad de crucero se estimó en unos 640 kilómetros por hora junto a una autonomía de 2.450 kilómetros.
Poco poder militar
Aunque se construyeron 2 unidades y una tercera comenzó a fabricarse, actualmente tan solo queda una. Y a medias. Parte del primer prototipo se encuentra a la intemperie en el Museo Central de la Fuerza Aérea en Monino, una localidad a las afueras de Moscú, desde 1987. Todavía hoy se pueden ver en Google Maps parte del fuselaje delantero en mitad de un descampado del museo.
Una buena parte de esta desdicha se debe al escaso poder militar que se había otorgado al VVA-14. Si bien los sistemas de localización de submarinos podrían haberle sido de utilidad, el no poder acarrear mucha más carga y el escaso desarrollo de los motores para sus capacidades VTOL hicieron que el ejército soviético lo viese como una aeronave poco provechosa.
En cuanto a armamento, se estima que podía acarrear hasta 3 torpedos, 8 minas y 16 bombas. Además de todo lo necesario para la detección de los sumergibles estadounidenses.
"Podría haber despegado y aterrizado tanto horizontal como verticalmente, tanto en tierra como en el agua. Podría haberse mantenido a flote durante mucho tiempo como un barco y realizar guerra antisubmarina. Y, por supuesto, podría haber volado como un avión regular", comentó Alexander Zarubetsky, director del museo donde se encuentran los restos.
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