Rusia ha lanzado más de 1.000 milsiles contra Ucrania desde que empezó la invasión hace poco más de 3 semanas. A su paso, han dejado miles de muertos e infraestructuras totalmente destruidas en un escenario donde el ejército comandado por Vladímir Putin no ha hecho prácticamente uso de sus fuerzas aéreas; para las que países de la OTAN, en la que se incluye España, enviaron lanzadores para derribar aeronaves. Con este panorama, una de las oportunidades de resistencia del ejército ucraniano pasa por el empleo de escudos antiaéreos que logren repeler parte de las amenazas que vienen desde el aire.
Porque, además de la variedad de misiles como los Iskander que caen día y noche, ya se han reportado ataques de drones kamikaze rusos contra edificaciones en Kiev. Y los analistas no descartan un incremento del uso de cazas y aviones bombarderos tras hacerse con algunos aeropuertos del país.
En esta línea, el ministro de Defensa eslovaco Jaroslav Nad declaró el pasado jueves que estaban dispuestos a enviar "inmediatamente" el sistema de defensa aérea S-300 y varias unidades de cazas MiG-29 a Ucrania. Siempre y cuando resolvieran el "cómo llenar ese vacío" de manera apropiada. Eslovaquia es, junto con Grecia y Bulgaria, los dos únicos países OTAN con este tipo de armamento antiaéreo con el que las tropas ucranianas ya están familiarizados.
El llamamiento no tardó en ser respondido por otras naciones OTAN. A lo largo del viernes, Alemania y Países Bajos anunciaron el envío del sistema antiaéreo Patriot —estadounidense— para suplir la marcha del S-300 eslovaco. En total, 5 sistemas que llegarán en los próximos días. "El empeoramiento de la situación de seguridad en Europa como resultado de la invasión rusa de Ucrania hace que esta contribución sea necesaria", dijo el ministro de Defensa neerlandés Kajsa Ollongren.
Escudo soviético
El desarrollo del sistema de defensa aérea S-300 arrancó a finales de los años 60 con la necesidad de sustituir los modelos anteriores que tan buen resultado les había proporcionado a los soviéticos en los albores de la Guerra Fría. Por aquel tiempo, la amenaza de los misiles de crucero intercontinentales era una gran preocupación para Moscú que aceleró en el proceso y, en poco más de 10 años, tenía listo su nuevo escudo.
Era 1978 cuando la primera versión del S-300 comenzó a operar dentro de las fuerzas armadas soviéticas y más tarde hizo lo propio en las rusas. Se calcula que el máximo de lanzadores en activo que llegó a tener el Kremlin bajo su mando es de 1.900 en el año 2000. Mientras que, para el 2017, ya acusando el natural desgaste, el número descendió hasta unas 800.
Esta reducción de unidades no le ha librado de ser —todavía hoy— uno de los mejores escudos aéreos jamás construidos. Gracias en buena parte a los diferentes programas de actualización y mejora que han dado como resultado una gran amalgama de versiones, subversiones y modelos.
En particular, la versión eslovaca es el S-300PMU, cuyas primeras unidades se pusieron en activo en los 90 y permanecieron en el país como herencia checoslovaca junto con unos 40 misiles tipo 5V55R. El sistema al completo se compone, a nivel básico, de 4 pilares: los radares encargados de vigilancia, radares de seguimiento, un puesto de mando y el lanzador de los misiles que puede acarrear 4 unidades al mismo tiempo.
En el modelo de Eslovaquia, el radar de vigilancia tiene un alcance que puede llegar a los 300 kilómetros de cobertura mientras que el sistema de seguimiento —que también se emplea para el guiado del misil— alcanza los 200 kilómetros. Una vez detectado, el sistema puede actuar autónomamente eliminando la amenaza o bien manualmente a través de un operador.
Por su parte, el misil 5V55R tiene un alcance de 75 kilómetros con una velocidad máxima de 1.900 metros por segundo. Todo so se consigue con 7 metros de longitud con un peso de 1.450 kilogramos donde se incluyen 100 de ojiva.
Ucrania también cuenta con baterías S-300 disponibles en su ejército. Según algunas estimaciones, aproximadamente 30 lanzadores sobrevivieron a la anterior guerra de Crimea en 2014, aunque lo más probable es que, durante la actual guerra, hayan perdido unidades.
De este modo, no es necesario un proceso de adiestramiento por parte de los ucranianos, que sí deberían tomar en caso de emplear sistemas estadounidenses como el mencionado Patriot. Asimismo, las unidades disponibles son de versiones distintas con modelos de misiles también diferentes.
MiG-29
La otra pata de la colaboración tiene como protagonista a los cazas MiG-29, que hace unos días saltaron a la palestra tras el intento de Polonia de enviar —vía una base militar estadounidense en Alemania— varias unidades a Ucrania. Finalmente, el trato no salió. Estados Unidos dijo que era un movimiento demasiado complicado de realizar mientras los polacos reclamaban una contrapartida en forma de otros modelos de caza.
La situación en Eslovaquia es algo similar, aunque denota otra predisposición. Su ministro de defensa puso los MiG-29 al servicio de Ucrania siempre y cuando sus fuerzas armadas reciban otras para limitar el efecto. "Estamos discutiendo cómo llenar este vacío y decidimos no usar más los MiG-29. Deberíamos recibir [cazas] F-16 en algún momento en 2024", apuntó.
Los Mikoyan MiG-29 fueron la respuesta natural de la industria soviética a los estadounidenses F-15 y F-16, por entonces los mejores en su clase. Desde su planteamiento, Mikoyan los diseñó como un caza de superioridad aérea pensado para derribar otros de su misma especie. Dotándoles de una extraordinaria maniobrabilidad y agilidad.
Este modelo es el perfecto para integrarse dentro de las fuerzas armadas de Ucrania debido a que sus pilotos y personal de tierra están familiarizados con él. Misma situación que con el escudo aéreo S-300.
El MiG-29 cuenta con varios misiles compatibles tanto aire tierra como aire-aire y un cañón de 30 milímetros incorporado. Sus 18 toneladas de peso máximo al despegue y los 17,32 metros de largo se impulsan hasta 2.400 kilómetros por hora de velocidad máxima y a una altitud de 18.000 metros, según especificaciones del fabricante.
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