El astroturismo es una afición en vías de extinción, tanto para los fans de la astronomía como para los profesionales, la observación del espacio es cada vez más difícil, en gran parte, por el crecimiento de constelaciones de satélites que suponen más de un tipo de interferencia en los telescopios. La comunidad astronómica internacional reclama medidas para preservar el cielo lo más oscuro y limpio posible, una lucha en la que España participa activamente.
Solo Starlink aspira a colocar 30.000 satélites en órbita en el próximo año. A esta inmensa colección, hay que añadir la actividad de otras empresas como Amazon, One Web, Boeing y la intención de la Unión Europea de contar con su propia flota. Se suman a los ya tradicionales satélites de Telecomunicaciones, GPS y otros servicios, así como a los miles de objetos que forman parte de la basura espacial. Esta es la pesadilla contra la que protesta la comunidad internacional de astrónomos.
Reconocen la importancia que tienen estos dispositivos y que se ha puesto de manifiesto al poder ofrecer conexión a internet en el conflicto de Ucrania, pero advierten que su utilidad no resta el peligro que entrañan "debido a la gran cantidad de ellos, su brillo en el cielo y sus omnipresentes emisiones de radio" denuncia la SKAO en un documento presentado ante la ONU y firmado por el Observatorio Europeo Austral (ESO) y la Unión Astronómica Internacional (IAU) y varios países entre los que está España.
Contaminación invisible
Los dispositivos de Elon Musk alcanzaron la fama al poder verse desde tierra emborronando la observación espacial y poniendo en pie de guerra a los científicos, un problema que aún no se ha solucionado. Sin embargo, aparte de la estela que dejan los satélites, hay otro aspecto que impide trabajar con normalidad a los astrónomos, se trata de las emisiones de radio. Telescopios como el que usa SKAO estudian el universo capturando ondas de radio emitidas por fuentes de radio astronómicas, pero los datos que recogen suelen estar contaminados por interferencias de todo tipo, a las que ahora se han sumado las de los satélites que son especialmente fuertes.
Theresa Wiegert, que trabaja en el equipo que coordina la participación española en SKAO, pone de ejemplo los centros de visitantes de los observatorios donde se suele pedir al público que apaguen los móviles y otros dispositivos para mantener limpia la zona cercana al telescopio, "aún así, la gente se olvida y toma fotografías con el móvil o usa la llave a distancia del coche y objetos tan simples suben el porcentaje de interferencias en radiofrecuencia delos datos de un 25 -que es la tasa normal en algunas bandas de radio- a un 40%".
Con los satélites de Starlink o OneWeb el problema es similar, pero va en aumento. Al colocarse en una órbita más baja y ser un número cada vez mayor, sus interferencias son mucho más difíciles de evitar. "Para hacernos una idea, en 2019 eran unos 2.200 satélites activos y en enero de 2022 en enero se han duplicado a 5.000 satélites. Pero en 10 años, se espera que haya alrededor de 100.000 satélites, ¡lo cual es una locura lo rápido que está creciendo!" exclama Wiegert a este medio.
La gran mayoría de satélites que se han utilizado desde hace décadas para una amplia variedad de tareas, se colocan en la órbita geoestacionaria, una banda fija que es más sencilla de eliminar de los datos recogidos por los telescopios. "Con el creciente número de satélites en órbitas más bajas, es cada vez más complicado evitar la contaminación, especialmente de aquellos satélites que envían señales de radio a la Tierra. Para algunas observaciones, es necesario comenzar en un área donde no hay satélites, de lo contrario toda la observación será un desastre”, dice Wiegert, quien destaca la alta sensibilidad de los telescopios actuales, especialmente los nuevos telescopios SKAO.
En junio de 2021, se anunció la construcción de la mayor red de radiotelescopios del mundo, "parte se está construyendo en Sudáfrica, y la otra parte con diferentes tipos de telescopios en Australia, la cual tendrá miles de telescopios conectados entre sí", lo que supone una capacidad de observación aún mayor, "se conseguirá recoger al año tantos datos del espacio como los que se generan en internet actualmente", muestra orgullosa Wiegert.
Para que toda esa información sea útil y permita conocer mejor el universo en el que se encuentra la Tierra, la comunidad astronómica necesita encontrar el equilibrio entre ofrecer un servicio tan necesario como las telecomunicaciones e internet, y la correcta observación espacial. Junto a Austria, Chile y Eslovaquia, España ha firmado una petición para el Comité de las Naciones Unidas sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos (COPUOS). En ella se apremia a la comunidad internacional a proteger "las capacidades de la observación astronómica global de la interferencia artificial, disruptiva y dañina".
Contaminación lumínica
En esa petición se menciona tanto las emisiones de radio como la conocida contaminación lumínica que se está colando en numerosos proyectos de investigación. Hace unas semanas el astrofísico gaditano del IAA (Instituto de Astronomía de Andalucía) José María Madiedo contaba a EL ESPAÑOL - Omicrono cómo la reentrada constante de estos satélites se ha convertido en parte de su rutina mientras vigila los cielos en busca de rocas procedentes de la galaxia que aporten datos sobre el universo. Su regreso a través de la atmósfera no es el único inconveniente que están provocando estos satélites.
En un primer momento se puso el grito en el cielo con los primeros modelos de Starlink por la intensa luz solar que reflejaban y permitía verlos con facilidad desde tierra. La polémica se convirtió en espectáculo para muchas personas que consultaban en webs por dónde iban a pasar cada noche para observarlos, un detalle que puede parecer anecdótico salvo para los fieles de la astronomía.
También desde el IAA, Alicia Pelegrina, doctora en Ciencias Ambientales, describe la contaminación lumínica como la nueva de la clase, esa que todavía no se ha ganado el respeto de la población, ¿qué importa no ver las estrellas en las noches de verano, mientras se tenga seguridad en las calles o internet de alta velocidad? Pero, además de privar a los ciudadanos de a pie del gusto de buscar a Casiopea en el firmamento o provocar problemas de salud, la humanidad se enfrenta a otro tipo de problema, la contaminación que suponen estos satélites para estudiar el cielo en busca de las amenazas que llegan como las tormentas solares o los posibles asteroides, por mencionar alguna de las aportaciones de la astronomía.
SpaceX prometió, tras las críticas, mejorar el diseño para evitar ese efecto espejo, no obstante, los astrónomos siguen recibiendo su rastro y el de otras empresas en las imágenes que toman con los telescopios. "Se ha mitigado el problema, pero no lo resuelve del todo" se quejaba Madiedo.
Sobre la mesa de diálogo, están ahora compañías privadas espaciales y organizaciones de estudio que buscan un acuerdo favorable para todos. "Las empresas entienden que esto es importante y quieren poder ayudar, lo cual es bueno", dice Wiegert, pero al mismo tiempo que ambas posturas trabajan por entenderse, las empresas espaciales privadas mantienen un buen ritmo de producción y lanzamiento de objetos al espacio, cubriendo con rapidez el campo de estudio de miles de científicos.
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