Aunque su historia se remonta a principios del siglo XX, fue en los años 70 cuando las zapatillas de deporte se popularizaron a todos los niveles, pasando de las canchas de tenis y baloncesto a la calle. Su evolución ha estado íntimamente ligada a la de la tecnología, que en los últimos años ha llegado a límites insospechados: Xiaomi ha lanzado un modelo con calefacción por grafeno; Nike apuesta por unas zapatillas que se adaptan al pie y puedes controlar con el móvil; y ahora una empresa se ha unido la impresión 3D, que supone toda una revolución, según creen Cornelius Schmitt, CEO de la startup alemana Zellerfeld, en la que Elon Musk ha invertido en ella a través de Tesla, SpaceX y PayPal.
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Los que lo conocen hablan de Schmitt como el próximo Steve Jobs y de Zellerfeld, su empresa de zapatillas impresas en 3D, como competencia directa no tanto de Adidas, Puma o Converse como de las empresas tecnológicas más punteras. Su aproximación al negocio no es nada usual: se consideran una empresa de software, no de moda, y eso se refleja en su manera de hacer las cosas.
En lugar de tener una gran fábrica o un equipo de diseñadores en nómina, en Zellerfeld tienen su propio flujo de trabajo. Diseñadores independientes envían archivos con sus diseños y ellos los imprimen en 3D a partir de un material de TPU reciclado, o poliuretano termoplástico, que al tacto resulta suave y esponjoso. Se trata de un polímero 100% reciclable y la zapatilla resultante no tiene costuras ni pegamento. Es de una pieza y está pensada para adaptarse a cada usuario o cliente de forma personalizada.
Buscan probadores
De momento Zellerfeld trabaja a pequeña escala, en una fase de pruebas que lleva activa desde 2017 y que ha te nido ilustres clientes, como el propio Elon Musk. El año pasado, en colaboración con el diseñador francés Robaut, imprimieron unas diminutas zapatillas en 3D para X Æ A-12, el hijo del dueño de Tesla y la cantante Grimes.
Según desvelaba en Wired, la intención de Schmitt es inaugurar una fábrica en EEUU dotada de impresoras 3D para poder llegar a una producción de 5.000 zapatillas al día. De momento, se tiene que conformar con el centenar de impresoras de su sede en Hamburgo, pero ambición y planes de futuro no le faltan. "De hecho, estoy bastante seguro de que dentro de unos años la gente ganará las Olimpiadas con nuestras zapatillas, porque estarán hechas a medida para ellos", dijo en la entrevista con el medio estadounidense.
El desafío actual de Zellerfeld es reducir el tiempo que tarda cada par de zapatillas en fabricarse, ya que de momento asciende a 40 horas. Sus intenciones pasan por reducir ese tiempo y aumentar la producción y para ello necesitan la colaboración de testeadores de producto que estén dispuestos a pagar 350 dólares por unas zapatillas.
Estos probadores o beta testers, como si estuviéramos hablando de un programa informático, llevarán la versión 0.81 de las HERON01, diseñadas por Heron Preston, artista y diseñador con su propia marca de ropa. Lo que buscan Schmitt y Preston es que los que prueben las zapatillas den su opinión sobre el ajuste, el terreno en el que no son una buena solución, posibles roces... Así, se irá mejorando con cada iteración del diseño, gracias a las aportaciones de los probadores y un análisis pormenorizado de dónde se desgastan más rápido las zapatillas o por dónde se rompen primero.
De momento, Zellerfeld ya prepara una app para iPhone en la que los probadores podrán escanear su huella, para que las zapatillas que se les envíen se ajusten como un guante a sus pies. La aplicación también servirá para que los comentarios lleguen en tiempo real a la compañía, que podrá aplicar mejoras y actualizaciones sobre la marcha.
Código abierto
Otro de los elementos novedosos de Zellefeld es que pretenden que el diseño de las zapatillas funcione como el del software de código abierto. Eso implicaría que los modelos podrían "parchearse", igual que un programa informático. Es una manera de ampliar el ciclo de vida de estos productos, que se acercaría a la ansiada circularidad ecológica: el comprador podría devolver su par de zapatillas para que fuera reciclado y recibir uno nuevo con el diseño más reciente.
De momento, las zapatillas parecen de una sola pieza y son monocromas, pero el material TPU con el que se fabrican es muy dúctil y se puede utilizar para crear la sensación de diferentes materiales: partes brillantes, partes de malla o secciones parecidas a unos calcetines elásticos. Esto serviría, en un futuro, para que Zellerfeld empiece a fabricar zapatillas de alto rendimiento personalizadas para deportistas de élite, algo a lo que de momento no llegan.
Zellerfeld ha recibido ofertas de compra de grandes marcas de calzado, pero de momento las ha rechazado todas con el orgullo de quien está convencido de su proyecto y no se dejará avasallar. Su verdadera intención, según ha revelado en distintas entrevistas, es parecerse más a una tienda de aplicaciones que a una tienda física.
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Sería una web y una aplicación en la que los diseñadores subirán sus diseños, los clientes elegirán su modelo favorito y Zellerfeld se encargaría de imprimirlo y entregarlo en menos de 24 horas. Hasta que llegue ese día, los probadores-clientes dispuestos a gastarse 350 dólares (que incluyen una actualización gratuita) son su gran baza para lograr su sueño.
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