A un mes de cumplir los 101 años, John Bannister Goodenough, ha fallecido este 25 de junio, dejando como legado una de vida dedicada a la investigación hasta sus últimos días, enfocada principalmente a uno de los inventos más importantes de la historia reciente de la tecnología, las baterías de iones de litio, por la que fue coganador del premio Nobel de Química de 2019 con otros dos investigadores. Pocas personas en España y el resto de mundo pueden decir que no dependen de esta innovación de alguna u otra forma.
Hoy en día, las baterías que incorporan los materiales de cátodo de Goodenough se utilizan en todo el mundo en millones de dispositivos que fácilmente se pueden encontrar por las calles o en las casas. Se encuentran en teléfonos móviles, herramientas eléctricas, ordenadores portátiles, tabletas y otros dispositivos inalámbricos, así como para vehículos eléctricos e híbridos, hasta cepillos de dientes y aspiradores.
El medio Businessline ha confirmado el fallecimiento de este investigador a través de uno de sus alumnos, Nicholas Grundish. Goodenough ha sido profesor de la Universidad de Texas en Austin durante más de 30 años en los que ha dirigido importantes equipos de investigación centrados en este campo de innovación con el que ha conseguido cambiar la vida de la mayoría de personas de todo el mundo.
Su mayor invento
John Goodenough nació en Jena, Alemania, aunque sus padres eran estadounidenses, según refleja su página de Wikipedia ya actualizada con la fecha de su fallecimiento. Después de estudiar matemáticas en la Universidad de Yale, sirvió al Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial como meteorólogo. Más tarde, estudió en la Universidad de Chicago y recibió un doctorado en física en 1952.
También ha trabajado para el Instituto de Tecnología de Massachusetts y la Universidad de Oxford en el Reino Unido, aunque la mayor parte de su carrera la ha pasado en la Universidad de Texas. Aquí se encontraba cuando recibió el prestigioso premio Nobel de Química en 2019 junto a M. Stanley Whittingham (Reino Unido, 1941) y Akira Yoshino (Japón, 1948).
El científico británico-estadounidense Stan Whittingham, fue el primero en revelar que el litio se puede almacenar dentro de láminas de sulfuro de titanio. Goodenough lo perfeccionó con un cátodo a base de cobalto para crear la batería que hoy usa el dispositivo con el que estás leyendo este artículo y también con el que se está escribiendo.
John Goodenough predijo que el cátodo tendría un potencial aún mayor si se hiciera usando óxido metálico en lugar de sulfuro metálico. Después de una búsqueda sistemática, en 1980 demostró que el óxido de cobalto con iones de litio intercalados podía producir hasta cuatro voltios. Este fue un avance importante y conduciría a baterías mucho más potentes.
Recientes innovaciones
Está claro que la ciencia ha sido una de sus grandes pasiones, pues seguía en activo presentando patentes incluso cumplidos los 90 años. Una de sus últimas patentes es de 2020, relacionada con la batería de vidrio en nombre del LNEG (Laboratorio Nacional de Energía y Geología) de Portugal, la Universidad de Oporto (Portugal) y la Universidad de Texas. Pues Goodenough llevaba años trabajando con la investigadora portuguesa Maria Helena Braga.
Esa búsqueda, la de crear baterías más potentes y duraderas, ha sido su gran meta a lo largo de tantos años de trabajo. A sus 94 años de edad, Goodenough seguía trabajando y explorando los límites de la química, en busca de la "batería infinita". Una lucha contra el uso de combustibles fósiles en la que se apoyan buena parte de las energías renovables para guardar la electricidad generada.
En 2017, este investigador presentaba una nueva tecnología con la que prometía baterías de mayor capacidad, más eficientes, baratas de fabricar y, lo más importante, más seguras. Se trata de un electrolito de cristal, en lugar de las soluciones líquidas. Sus compañeros deberán continuar con la investigación donde la haya dejado el que podría ser el científico más longevo de la historia.