-¿Qué es lo que te preocupa, Joaquín? Y no me digas que no es nada. Hoy has llegado más tarde que nunca. Son las once y media, ¿te has quedado todo este tiempo en casa de don Niceto? ¿Es todavía el asunto del banquete de Lerroux y la bronca en el Consejo?
-Así es. Don Alejandro está tan ofendido que ha roto todos los puentes y don Niceto tuvo una falta de tacto absoluto al rematar su intervención mencionando a Portela y haciendo su panegírico y diciendo que pese a su edad tenía todavía mucho porvenir. Portela es su favorito, y Gil-Robles y don Alejandro están convencidos de que me va a sustituir. El ambiente en el Gobierno no puede ser peor. Don Alejandro dice que su ruptura con el presidente es pública e irremediable. No hace más que repetir que la República va a fracasar porque la pilota un demente. Y don Niceto me acaba de notificar que quiere transmitir al Gobierno una denuncia que se le ha dirigido...
-¿Lo del estraperlo? En todo Madrid no se habla de otra cosa.
-Esto va a traer cola. Al presidente le ha llegado una segunda carta, esta vez del abogado del señor Strauss, en que ruega que, puesto que al parecer, dice, no nos interesan los documentos enviados, le sean devueltos. Yo no soy partidario de contestar, pero don Niceto argumenta que no es lo mismo que la carta originaria, porque esta vez escribe un abogado. Dice que ha reflexionado sobre ello y que no puede ni debe hacer otra cosa que poner los papeles en manos del Gobierno. Le he reiterado mi opinión de que el presidente de la República no debe servir de intermediario entre un denunciante y los tribunales. Pero don Niceto no se da por convencido y, como yo le decía que debo dar cuenta por lo menos al señor Gil-Robles, me ha preguntado si yo tenía inconveniente en que él, en mi presencia, habla personalmente con él. De modo que esta noche, en su casa, nos ha leído a ambos la denuncia y mostrado los documentos.
-Es su venganza por la afrenta del banquete.
-El presidente se aferra a la estricta doctrina constitucional e insiste en que debe poner en manos del Gobierno todo documento que llegue a su poder relativo a los negocios públicos. La teoría es inatacable en el terreno donde él la coloca, pero políticamente resulta que los denunciados son todos del Partido Radical y aparece especialmente destacado el sobrino de don Alejandro, don Aurelio, con lo cual cuando se haga pública la denuncia la permanencia en el Gobierno de don Alejandro será imposible… Pero como don Niceto se muestra tan decidido, me veo obligado a enviarla a los tribunales. Si el Gobierno se negarse a recibir de manos del presidente papeles en que se denuncian uno o varios delitos, parecería que estamos encubriéndolos.
-¿Y qué dice Gil-Robles?
-Piensa que no hay más remedio que aceptar y examinar las posibles consecuencias para el bloque gubernamental. Y cuando se lo ha dicho a don Niceto, este ha dicho que no piensa de ninguna manera encargar la formación de un nuevo gobierno a Santiago Alba, por su cercanía con don Alejandro, y ha lisonjeado a don José María, augurándole las más brillantes posiciones políticas si, dada su juventud, sabe esperar con paciencia. Pero ha vuelto a insistir en que, visto lo ocurrido con los socialistas en la revolución de Asturias, sería precipitado que la CEDA se hiciera con el poder, que es lo que don José María pretende desde hace meses…
-Entonces, ¿vas a tramitar la denuncia?
-Me temo que, dada la insistencia de don Niceto, resulta imposible no hacerlo.