En la nave con lámparas metálicas de colores que Google ha montado cerca del río Manzanares, este jueves más de un centenar de personas beben crema de setas con foie y escuchan a un grupo llamado los Pantones. Celebran que CartoDB, la herramienta para hacer mapas, ha conseguido 23 millones de dólares de financiación de dos grandes fondos de inversión de Silicon Valley que han invertido en Facebook, Slack, Dropbox o Vox Media. Celebran que en unas horas su fundador Sergio Álvarez Leiva cumple 30 años.

La mayoría de los asistentes rondan esa edad, aunque muchos son veinteañeros. Tienen mucho que contar: energía, proyectos y logros que ni sueñan muchos con más décadas de repetición a sus espaldas. 

La red que se encuentra en el edificio de Google es sin duda excepcional. Una reunión de amigos y colegas en la que se muestran fotos de la nueva sede en Bushwick, en Brooklyn, y donde en las pizarras se leen frases como “the next big thing”. Pero es imposible no salir de allí con la impresión de que la generación que está tomando las riendas en España y en muchos otros países es mucho mejor de lo que había. Con más ideas, más sentido práctico y menos retórica. Cuando Victoriano Izquierdo, entre la ingeniería y la política, habla de la reforma electoral, no se conforma con hacer declaraciones vacías. Piensa en cómo las herramientas de tecnología y visualización pueden ayudar a explicar alternativas y a convencer del cambio. Se trata de políticas, no de política. Sobre todo a años luz del politiqueo, eso que tanto gusta a los herederos de la transición.

El éxito del grupo de profesores de Politikon o de los pioneros de la transparencia de la Fundación Civio con los que hemos tenido la suerte de trabajar durante la creación de este periódico es otra representación de una generación obsesionada con los datos, con el análisis más realista de lo que son hoy España y Europa y con las ganas de actuar sin dogmatismo ni prejuicios. Una generación que no confunde la formalidad encorsetada con la seriedad ni la superficialidad con la frescura. 

La generación que pese a los años de crisis y al tapón de las viejas maneras ya está cambiando España es la más preparada hasta la fecha. Es la que más lejos ha llegado con sus estudios universitarios y la que tiene experiencias más variadas y más globales. Los más jóvenes son además nativos digitales, una ventaja para entender la economía actual que a veces envidiamos quienes venimos de otra cultura.

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El próximo presidente del Gobierno, el más probable, tiene 43 años. Sus opciones de gobernar estarán en manos de políticos que están a punto de cumplir 36 y 37. El poder ha cambiado de manos, lo que ya es un avance. Pero lo que viene después es lo que tiene buena pinta de verdad.

Hace una semana cumplí 38 años. La mayoría de las personas de las que más he aprendido durante la fundación de este periódico son más jóvenes que yo. Y eso es una buena noticia.