Imagínense ustedes que ojeando un periódico descubren que en un pueblo de Navarra, el alcalde, obviamente de BILDU, ha consentido un brindis público con champán en honor del asesino de tu hermano y su mujer. Bueno pues eso me pasó a mí en 2012. Periódico en mano, me dirigí a la Audiencia Nacional y lo denuncié y poco se pudo hacer, a toro pasado, como se dice en mi tierra.
Pero como la inmoralidad no tiene fin entre quienes simpatizan con ETA, vuelvo a comprobar que este sábado, tres años después, nuevamente en el mismo pueblo y con el mismo alcalde al mando, estaba programado un acto de homenaje a cinco etarras, entre ellos José Luis Barrios Martín, cuyos méritos para merecer el reconocimiento de sus vecinos eran el haber matado a Alberto Jiménez-Becerril, teniente alcalde del Ayuntamiento de Sevilla y a su mujer Ascensión Gracia, dejando huérfanos a tres niños de cuatro, siete y ocho años.
Ante esta nueva humillación y con un día para reaccionar, me planté de nuevo en la Audiencia Nacional, pregunté por el Juez de Guardia, que resultó ser un hombre, como debe ser, sin confusiones mentales ni corrección política equivocada, que me ayudó a denunciar, lo que no debería haber hecho yo, porque en ningún sitio decente un terrorista es homenajeado, pero que desgraciadamente tuve que hacer y por fortuna, o mejor dicho por justicia y ante mi denuncia, la Audiencia Nacional prohibió ese acto de homenaje donde los héroes son los asesinos y las víctimas no son más que sombras de un pasado que hay que borrar para que no molesten en estos nuevos tiempos de desmemoria y desvergüenza.
Así que esta vez, hemos frenado esta afrenta, no sólo a mi familia sino a todas las víctimas del terrorismo. Ahora la Guardia Civil y la policía foral deberán comunicar cualquier incidente que ocurra y que puede ocurrir, ya que es difícil frenar a quienes tienen más empatía con los verdugos que con sus víctimas.
Y eso es lo que me causa mas dolor, el intentar entender como quienes deberían ser tratados como escoria, son reconocidos como héroes por matar a jóvenes inocentes y no por un puñado de locos, sino por una buena parte de un pueblo, en este caso, Villava, que ha dado el bastón de mando a quien consiente ese público enaltecimiento del terrorismo. Los presos de ETA, esos cuyas fotografías empapelan las paredes de sus frontones y locales de fiesta, lo están por haber sembrado mucho, pero que mucho dolor, asesinando sin piedad a quienes, como mi hermano, no hicieron otra cosa en su vida que trabajar por España. Esta vez ha vencido la dignidad y aunque sea incomprensible, seguiremos luchando, porque nuestra batalla no acabó con la muerte de los nuestros, sino que continúa para que no aniquilen de nuevo lo más importante, aquello en lo que creían y por lo que fueron asesinados.