Todas las elecciones tienen algo de guiñol, pero las presidenciales argentinas de este 25 de octubre son para mí de guiñol absoluto. A los candidatos los conocí por las imitaciones que hacen en el programa Periodismo Para Todos, de Jorge Lanata. Solo después de haberme carcajeado muchas veces con la versión humorística de Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa, vi a los políticos reales, que me parecieron faltos de realidad: menesterosos reflejos de sus imitadores.
Quienes me conocen saben que desde hace unos años me refugio de los problemas de España en los de Argentina. No es que me alegre de la desgracia ajena (ni Argentina ni el resto de países latinoamericanos me son ajenos), sino que, por la distancia, los problemas de allí me asfixian menos que los de aquí. Confieso que incide el que parezca que allí las cosas están peor, por lo que, al comparar, aquí parece que están mejor. Aunque últimamente las percepciones se van equiparando: no por mejoramiento de Argentina sino por empeoramiento de España (empeoramiento también retrospectivo, por las corrupciones pasadas que hoy salen a la luz).
Mi mirada, por lo demás, ante todo es la de Lanata. Para ser sincero, no me he aficionado a la realidad argentina, sino a cómo la cuenta (y a lo que de ella cuenta) Lanata. A los argentinos que me cruzo por España (o por Twitter) les pregunto siempre por Lanata, y en ninguno he hallado una adhesión tan grande como la mía. Tienden a respetarlo, con frecuencia más que a sus contrarios; pero lo ven metido también en el fangal. Quizá sea la única manera de ser un actor en aquel panorama.
Lo cierto es que a Lanata me lo creo. Su Argentina la considero plausible. No puedo comparar su discurso con el referente, porque desconozco esa realidad, pero sí con los demás discursos. Empezando por el de la presidenta Cristina Kirchner, quien sí que consigue empatar al menos con su imitadora. Pero quizá en esta percepción mía haya influido que a ella sí la conocía de antes (creo que fue el propio Lanata el que dijo en la Ser, cuando Kirchner ganó con un 54% las presidenciales de 2011, que el titular sería: “54% de bótox”).
Pensando en España, me imagino cómo sería votar el 20 de diciembre si a los candidatos los hubiéramos conocido antes por su caricatura. Mejor dicho: no logro imaginármelo. No logro imaginar que en nuestra consideración fuesen muy distintos. Aunque sin duda, por contagio, nos resultarían más graciosos.