La reciente aprobación sin enmiendas de la propuesta sobre redes de comunicaciones electrónicas presentada por la española Pilar del Castillo en el Parlamento Europeo es, seguramente, una de las peores noticias que se podían dar a la innovación y a la red a nivel del viejo continente.
Con la excusa de aprobar rápidamente la eliminación del roaming, que era algo que las operadoras ya tenían completamente amortizado y que, en cualquier caso, en los tiempos que vivimos, correspondía prácticamente a una estafa sin justificación alguna desde el punto de vista técnico o administrativo, la eurodiputada española ha dado forma a un paquete legislativo que autoriza a las operadoras a convertirse en auténticas aduaneras de la red, a controlar de manera omnímoda todo lo que circula por sus cables.
¿Qué es un cable?, deberíamos preguntarnos. Es un medio de transmisión, un canal sin inteligencia alguna, una tubería tonta que lleva lo que se le indica. Es, por definición, completamente neutral: transmite lo que se le pide. En esa neutralidad radica la esencia de todo el progreso ocurrido en las últimas décadas: cualquiera podía, sin pedir licencia a nadie ni encomendarse a dios o al diablo, poner su oferta en la red, y triunfar si el mercado la estimaba adecuada.
Este periódico que está leyendo puede funcionar gracias a que no depende más que de la calidad que sea capaz de ofrecer y de la neutralidad de la red que permite que cualquier acceda a sus contenidos bajo las condiciones que estime oportunas. No debe pagar peajes a nadie, ni llevarse bien con nadie, ni depender de la opinión de nadie o de si es competencia de alguien con más poder. No es extraño que a la hora de definir las obsesiones de EL ESPAÑOL, la neutralidad de la red fuese precisamente una de ellas.
La pretensión de las operadoras, sin embargo, es que sus tuberías no sean tontas. Poder erigirse en aduaneros, y arrogarse el poder de decidir quién circula por sus redes y quien no. Con la ley diseñada por Pilar del Castillo, ahora podrán hacerlo. Si a una operadora no le gusta EL ESPAÑOL, podrá ralentizar su tráfico, o exigirle un pago a cambio de que vaya más rápido. Podrá crear un competidor, y priorizarlo, o incluso entregarlo a los usuarios sin que su consulta cuente como trafico de datos. ¡Buena suerte a quien intente competir con algo así!
Los Estados Unidos protegen la neutralidad de la red. Europa ha decidido no hacerlo. En unos años, hablaremos.