La guerra en pleno París, titula @Le_Figaro. La imagen, terrible, recuerda al 11M. pic.twitter.com/R4oViEsS3x
— Javier Gallego Crudo (@carnecrudaradio) noviembre 14, 2015
Cuando el terrorismo se globaliza, la religión deja de ser el opio del pueblo para convertirse en dinamita. De esta forma, el atentado contra la población civil queda convertido en "Guerra de Civilizaciones", lo más semejante a una falsa ecuación que permite hacer trampas con los términos hasta confundir la identidad del acto terrorista.
Porque la verdadera definición es la que explica los caracteres esenciales de una cosa y lo ocurrido en París se explica como atentado contra la población civil. No como acto de guerra o choque de civilizaciones, tal y como pretenden hacernos creer, sino como acto terrorista y de la misma cuerda que lo fueron los atentados contra las Torres Gemelas, Casablanca, Atocha, Pakistán o el acuerdo conyugal entre Bush, Aznar y Blair para bombardear Irak y, ya puestos, eso que la OTAN denomina "bombardeos selectivos", corrigiendo el lenguaje para que lo más cruel pase desapercibido.
Trampear la verdadera identidad del acto terrorista para continuar la política por otros medios, revela la crisis del sistema que gobierna a los gobiernos de Europa. Asistimos al colapso, a la fase final del capitalismo que, de tan viejo, ya no puede acumular más peso. Vencido por siglos de alimentar su propia destrucción, ya no aguanta ni con el capital ficticio. Este último periodo se escribirá con un cuchillo entre los dientes. Así vienen las cosas de crudas. Al fantasma que recorre Europa bajo la bandera de la reivindicación social, le ponen miedo en el desayuno.
No hay que olvidar que el miedo es lo más contagioso que existe y que la flauta del dios Pan ha empezado a sonar en Europa con el siniestro prestigio que otorga una guerra. El miedo siempre resulta útil para comprar seguridad y cancelar libertades, para justificar intervenciones territoriales allí donde hay petroleo, litio o cualquier otra fuente energética.
Ese es el juego sucio que se traen los dueños de las fronteras, fabricando malos de película que atentan contra la población civil. No es un choque de civilizaciones, es terrorismo. Se necesita conciencia crítica para denunciar el resultado de una falsa ecuación donde el opio y la dinamita son términos que sirven como instrumento político para hacer carne.
Ahora, más que nunca, es necesario ser un ruido dentro del canal único de información, una china en el zapato que pisa las redacciones de los mass media para recordar, en menos de 140 caracteres:
No a la guerra. Porque la violencia nunca nos hará más fuertes.