En 2015 se cumplen 100 años del estreno de la primera película de animación española, El apache de Londres, y Loterías y Apuestas del Estado ha tenido el detalle de celebrar la efeméride encargando a una empresa sueca el anuncio de la lotería de Navidad. Un gesto precioso, sí señor. En el mejor momento de nuestra animación, cuando incluso las majors americanas contratan a estudios españoles para hacer trabajos finos, uno de los spots más importantes del año lo ha hecho Mitford, que está en Suecia. Y conste que el anuncio es muy bonito, pero tampoco inventa la pólvora: la estética es parecida a la del corto que ganó el Goya el año pasado, así que para ese viaje no hacen falta alforjas ni irse a Escandinavia.
La historia ha sentado a cuerno quemado en el predio de la animación patria, y con toda la razón. Primero, porque no tiene mucho sentido que una empresa pública confíe a una factoría extranjera el trabajo más relevante de la temporada. Segundo, porque supone una patada en los morros de un sector emergente cuya cotización internacional ha subido como la espuma en los últimos cinco años. Y no se trata de hacer patrioterismo. Yo no pretendo que se contrate a españoles sólo porque lo son, pero sí reclamo que se priorice a nuestras empresas cuando la igualdad de condiciones es más que evidente: parece curioso que la todopoderosa Paramount o la mismísima HBO busquen a profesionales de aquí para trabajos de alto nivel y que el anuncio de la lotería lo tengan que firmar unos señores suecos. Es como si nos enterásemos de que en Presidencia del Gobierno están comprando aceite italiano, vino de Borgoña y jamón de Parma para servir en la cena de Navidad.
Es posible que detrás de este asunto no esté la mala intención sino la ignorancia supina de unos burócratas que no tienen repajolera idea de las potencialidades de nuestros animadores. A lo mejor el cerebro de Apuestas del Estado que dio el visto bueno a la contratación de los suecos de Mitford ignora que existen Ilion, El Ranchito, Spa, Frank Barton o Post 23, todas ellas factorías que hubiesen podido hacer igual de bien – o incluso mejor – el anuncio de marras.
Sólo me falta una pieza para que todo encaje en esta historia: saber cuánto han cobrado los amigos suecos por dar vida a los sueños de la Lotería, y comparar el presupuesto con el que hubiese presentado un estudio español por el mismo trabajo. Igual me daban un motivo más para subirme por las paredes.