Resumen de lo publicado. -Pepe Mañas debate acerca de las fuerzas tan heterogéneas que apoyaron el inicio de la República y recuerda el suceso de Casas Viejas.
- Mira, Pepe. Si me vas a seguir dando la murga con tus ideas republicanas, mejor déjalo y tómate otro vermú. Ya tuve bastante con lidiar con los socialistas el otro día. Yo hace mucho que dejé de creer en la Niña Bonita. Te puedo conceder que tuve un momento de duda, pero eso se disipó enseguida.
- ¿Ah, sí?, ¿cuándo?
- Con Casas Viejas, chico. O incluso antes. Esta República fue anticonfederalista desde el principio. ¿Qué pasa, que no te lo crees?
- Dame argumentos.
- Todos los que quieras. Cuando se hizo el Pacto de San Sebastián, ya de entrada, no se contó con nosotros…
- No se contó con la CNT igual que no se contó con la UGT.
- Esa fue la excusa. Pero sin estar la UGT, estaba Largo Caballero, que era su jefe.
- ¿Quién había de la Confederación?
¿Ángel Pestaña?
- Ángel Pestaña y los que pensaron que la CNT podría desarrollarse dentro de la legalidad republicana vinieron después, y el tiempo ha demostrado que se han equivocado. ¡Pero si nada más formarse el Gobierno Provisional, ya hubo dos ministros claramente anticonfederales: Miguel Maura y Largo Caballero! Maura, como buen hijo de fusilador, dio el tono explicando en las Cortes que su deber era decir a la Confederación y a la FAI que la legislación era un todo y que si los sindicalistas no acatábamos las leyes e ignorábamos los tribunales mixtos, también se resentirían nuestros derechos y no existiría para nosotros ni ley de reunión, ni de asociación. “Que cumplan las leyes de trabajo, que cumplan todas las leyes que regulan la vida de relación, y entonces tendrán derecho a vivir la vida normal de relación con el Gobierno”. Eso dijo el amiguito Miguel Maura. Si eso no es una declaración de guerra en toda regla, dime tú qué es. Y en cuanto a Largo Caballero, lo suyo tiene menos excusa, porque se suponía que representaba a toda la clase obrera. Y sin embargo, como ministro de Trabajo hizo una labor parcialísima a favor de la UGT y ya recién instaurada la República promulgó un decreto-ley implantando los jurados mixtos, que eran los comités paritarios de la dictadura con otro nombre. Eso dejó fuera de la ley a la mitad del proletariado organizado: él sabía perfectamente que la CNT no podía reconocer algo contra lo que tanto había luchado. Encima, la huelga que ignorase el arbitraje era una infracción de la ley, una ley establecía que cualquier diferencia entre trabajadores y explotadores tenía que ser arbitrada. Eso equivalía en la práctica a suprimir el derecho de huelga, que es la principal arma de la CNT para defender a los trabajadores. Todo fue un ataque premeditado a la acción directa confederal y la declaración de guerra del Gobierno a la CNT, de la que no está claro quién ha salido peor parado…
- La Confederación tampoco se anduvo con tapujos.
- La CNT defendió los derechos de sus trabajadores organizando huelgas. Y cuando el Gobierno nos echó encima a los guardias de asalto, no quedó más remedio que recurrir a las armas. Ahí ya se les vio el plumero y se quitaron la careta. ¿Sabes qué le dijo al capitán general de Cataluña Azaña cuando la insurrección de los mineros de Figols? Que le daba quince minutos entre la llegada de las tropas y la extinción de la revuelta. Luego la revuelta se extendió por Cataluña, Levante y Andalucía. Hubo un centenar de deportados a África y a Fuenteventura. Obviamente, había que replicar con la huelga general, como así se hizo. En muchos municipios se izó la bandera roja y negra del anarcosindicalismo y pusieron sitio al cuartel de la Guardia Civil. En Madrid, acuérdate, se intentó asaltar el ministerio de la Guerra y el palacio de Comunicaciones, aunque sin éxito, y en Sevilla prendieron fuego a los centros caciquiles y pusieron en fuga a Sanjurjo, que se había sublevado. Ahí nos empezaron a meter en la cárcel. Pero lo peor fue Casas Viejas, con el compañero Seisdedos. Un anciano de setenta años, ¿te das cuenta? Está en su choza con una caterva de hijos y nietos. No quería entregarse, ¿y qué hacen los guardias de asalto? Prenden fuego al techado de paja de la choza con trapos impregnados de gasolina. Y cuando salen los acribillan a todos con ametralladoras, viejos, niños y niñas. Veinticuatro muertos. Había que “tirar a la barriga”, dijo Azaña. ¿Qué diferencia hay en el trato que nos han dado los republicanos y la dictadura? Si la ves, dímelo, que yo no la encuentro por ninguna parte. ¿Te extraña que después de eso los anarquistas boicotearan las elecciones del 33? ¿Por qué te crees que ganó la derecha de una manera tan estrepitosa?
ENTREGAS ANTERIORES
La República y la Iglesia (20 de noviembre de 1935)
El Conde de Romanones (19 de noviembre de 1935)
Reunión sindicalista (18 de noviembre de 1935)
LHARDY
Josep Pla vuelve a entrevistarse con Francesc Cambó en busca de indigaciones. Esta vez se reúnen en un salón oriental.