María Ruiz tiene 22 años, es cordobesa, estudia quinto de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III con una beca y hace tres años fundó con otros compañeros una asociación llamada Demos. Ella cuenta que es el primer grupo estudiantil no ideológico y que su principal objetivo es fomentar la participación democrática. Desde julio su obsesión ha sido que los candidatos a las generales fueran a debatir a su universidad. Unos 20 estudiantes han luchado por ello.
Desde que un compañero que hizo un Erasmus en Sciences Po de París vio allí un debate entre candidatos presidenciales, la asociación ha trabajado por reproducir el formato en Madrid. Lo hizo en las europeas y en las autonómicas.
En las sedes de los principales partidos, los conserjes conocen bien a los jóvenes de Demos. Igual que los jefes de prensa y los candidatos a los que se han acercado para darles su “dossier” en persona. Albert Rivera y Pablo Iglesias dijeron que “sí” a finales de septiembre. Los líderes del PSOE y el PP alegaron problemas de “agenda” para decir que “no”. Los estudiantes no aceptaron, e hicieron bien, sustitutos de segunda división.
María “siempre” fue delegada de clase y estudió Políticas porque tiene el sueño de “cambiar Andalucía” y convencer a sus conciudadanos de que se informen mejor porque “todo en la vida es política”. Ella es la primera de su familia apasionada por la gestión de la vida pública. Su madre trabaja como limpiadora, sigue viviendo en Córdoba y este viernes fue al debate de la Carlos III.
A María le dolió especialmente el caso del PSOE. Muchos profesores son de ese partido y la Universidad fue fundada por Gregorio Peces-Barba. Es “un símbolo socialista”, según María. Para ella, el valor del debate está en el hecho en sí. “El objetivo es que los políticos sientan la obligación de debatir. Que vengan a la universidad pública, que vengan sin que se lo tengamos que pedir de rodillas”, me contaba.
Rajoy y Sánchez han dicho “sí” a abrazar cojines en el programa de Bertín Osborne. El presidente del Gobierno, que también se ha negado a asistir al debate organizado por El País, “no tiene el don de la ubicuidad”, según el PP. Lo que tiene es el don de escoger foros donde nadie le pide explicaciones por la corrupción en su partido o los empleos precarios. El miércoles estuvo más de dos horas comentando los partidos de la Champions en Tiempo de juego.
En la Carlos III había que trabajar más. El debate se celebró ante 1.100 personas, la mayoría estudiantes, en el auditorio de Leganés, con preguntas del público no pactadas y de Carlos Alsina, que también cuestionó a los candidatos como quiso. Es decir, fue un debate de verdad.
En Estados Unidos todos los debates presidenciales se celebran en universidades. Es un foro lógico, neutral y que incluso puede ayudar a los partidos a cazar votos entre una parte del electorado donde el abstencionismo suele ser alto.
Tanto Sánchez como Rajoy repiten frases vacías sobre la importancia de los jóvenes y la educación, pero ninguno de los dos quiso estar en la universidad. El viernes no había otro lugar mejor para estos dos políticos que aspiran a gobernar el país. El foro perfecto para rendir cuentas a María, a la madre de María y a esos cientos de estudiantes que hicieron una cola de tres horas para entrar en el auditorio. Debatir, como rendir cuentas, es cuestión de práctica.