Resumen de lo publicado. -El político y el escritor han quedado en el Lhardy para despedir el año. Con las elecciones cada vez más cerca, Pla y Cambó aprovechan para intercambiar opiniones.

-Si Portela y Alcalá-Zamora insisten en formar partido, esa tercera candidatura de los elementos gubernamentales está irremisiblemente condenada al fracaso. Y, lo que es peor, restará fuerzas a las derechas, favorecerá el triunfo de las izquierdas encabezadas por Azaña, quien en realidad, por mucho que proclame su amor por Cataluña, señor Pla, es pura mentalidad castellana y afrancesamiento mal entendido… En el fondo hay dos tipos de políticos: los que parten de la idea de cómo ha de ser la sociedad y los que vislumbran cómo puede ser. Quienes son como Azaña acometen un acto perfectamente estudiado por los especialistas en sicología infantil: suplantan la realidad, la substituyen por una abstracción agradable y deseable. Los segundos, por el contrario, partimos de la realidad, para perfeccionarla. Los políticos abstractos construyen esquemas morales y jurídicos perfectos, matemáticos. Los realistas anteponemos a la moral pura y utópica el derecho, el buen sentido y la vida...

Cambó y Pla habían quedado en despedir el año en Lhardy, esta vez en el salón isabelino, el comedor principal, que daba sobre la propia carrera de San Jerónimo. Continuaban sentados a uno y otro lado de una mesa mientras compartían el plato de quesos, después del postre, y oían cómo repiqueteaba la lluvia contra el vidrio de una ventana cercana.

Cambó, además del tic del cuello, tenía una manera de mirar que denotaba una seguridad un tanto insolente y Pla, que le seguía desde su estreno en el Congreso, no pudo evitar recordar aquel joven intenso y directo, tan diferente que, pese a su acento, con solo veintinueve años ya había sido aplaudido por la Cámara. Entonces dijo: “Somos un grupo de hombres de gobierno que hemos nacido para construir, para mandar, y que, por nuestra posición periférica, nos encontramos en la oposición”.

Su oratoria directa y cruda, detallista y precisa, había ayudado a superar una concepción política decimonónica de grandes frases proféticas y construcciones líricas. Gracias a su influencia, el propio Pla había dejado atrás las nociones primariamente abstractas del jacobinismo francés y pasado a ser un defensor acérrimo del empirismo y de las formas de convivencia más realistas, más acercadas a la vida.

- Por desgracia el español, incluso más que el catalán, tiene necesidad de encontrar en la política esa parte de vaguedad, irresponsabilidad e ilusionismo que tanto le gusta. Su poesía, hoy en día, es la política. ¿Quién es el español que no ha resuelto en mente o en la tertulia del café todos los problemas? Pero lo que necesitamos, ahora, es una gran España con un ideal colectivo, de expansión, no territorial, sino económica y cultural –retomaba una idea orteguiana –y no más experimentos de ateneístas. 

- ¿De verdad cree que se puede sacar a España de su estado de catatonia actual?

- Es curioso, mi querido Pla, porque, contra todo lo que dicen de mí mis enemigos, yo, que creo en Cataluña, creo también en España. En cambio Azaña, como Cánovas antes que él, no cree, no ya en España, sino en nada de España. Azaña es un escéptico y la forma más aguda de su escepticismo es el unitarismo. Yo soy un entusiasta de nuestra realidad y a veces un iluminado, y la forma más fina y profunda de este entusiasmo es el catalanismo… Los únicos pesimistas, en España, son los unitaristas. Azaña, aunque no lo parezca, es la última figura de un mundo que desaparece, y yo la primera de uno que comienza. 

Cambó había sacado al catalanismo de su romanticismo original y lo había transformado, con su tesón y energía, en la primera cuestión del país y su motor más activo y vibrante, una fuerza, a su manera, revolucionaria. Le habían dicho de joven que tenía poca salud, que viviría poco. ¡Qué tremenda equivocación! Veinte años después de su estreno parlamentario, aquí seguía, y a Pla le costaba no sentir admiración por quien había conseguido organizar lo que antes de él no era sino un conjunto de peñas folclóricas, en un auténtico partido de eficacia indudable gracias a su capacidad de trabajo, su resistencia y su capacidad de adaptación.

- Una vez enterrado Lerroux, me temo que Azaña se va a convertir en nuestro nuevo tema de conversación. A menos, claro, señor Pla, que esté usted cansado de mis encargos...

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Pepe Mañas visita a su amigo Ángel en Brunete, donde se esconde tras haber cometido el atraco de la Villa.

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