Mariano Rajoy debe de sentirse hoy, horas después de que un madrileño y un catalán le hayan fundado bajo las barbas el nuevo centro político, como el padre de Ruslán Schedrin, el chaval ruso de dieciséis años al que le acaba de tocar un premio nada corriente: un mes con una estrella del porno en un hotel de Moscú.
Quiero decir que el padre, después de sorprenderse al conocer el tipo de concursos en los que participaba el chico, dudará ahora si le permite cumplir su sueño o le impide que disfrute del premio, a sabiendas de que, en ese caso, Ruslán no se lo perdonará nunca. Y vaya por delante que ese dilema sería impensable en España porque la Fiscalía de menores ya habría tomado cartas en el asunto.
Pero creo que la disyuntiva es similar a la que se le plantea a Rajoy ante la pareja de hecho que acaban de formar Pedro Sánchez y Albert Rivera: no puede permitir que esa coyunda prospere, pero sabe que si la frustra se condena a sí mismo. Y me sorprendo, porque lo último que imaginaba era ver al presidente en funciones involucrado en una trama propia de Porky's y de sus redundantes secuelas para adolescentes.
El matrimonio entre el PSOE y Ciudadanos puede que no esté basado en el amor, pero lleva tanta letra impresa detrás que está hecho para sobrevivir más allá del mes, no como el premio de Ruslán. Así que, en el caso de que haya nuevas elecciones, el PP ya sabe que no formará gobierno a menos que obtenga mayoría absoluta, algo todavía más difícil de que te toque en un sorteo Yekaterina Makárova, la preciosa actriz eslava.
Claro que a los populares les queda una posibilidad que no contempla el concurso ruso: hacer un trío. Eso era lo que pidió el PP en un principio y por eso se congratuló de su apoyo a Patxi López para que presidiera el Congreso. Igual que Ruslán asegura que sus planes son llevar a Yekaterina a visitar museos y al cine, Rajoy podría tratar de convencernos de que cree en los nuevos modelos de familia.