El otro día Ciudadanos organizó en el Congreso una reunión con Lilian Tintori, la esposa de Leopoldo López, a quien el gobierno de Maduro mantiene encarcelado por su labor opositora al chavismo. Allí estaba Mitzy Capriles, cuyo marido, Antonio Ledezma, también está preso por el régimen venezolano. Hace unos meses, Mitzy viajó a Bruselas para poner en conocimiento de los eurodiputados la situación de su esposo. Pablo Iglesias no quiso reunirse con ella aduciendo “problemas de agenda”, que es la redicha excusa que dan los políticos para sacarse de encima algo que no les interesa. Mitzy Capriles me contó que el destino quiso que se encontrase con Pablo en la cafetería de la eurocámara, y se dirigió a él: “Señor Iglesias, soy la mujer de Antonio Ledezma, que está preso por el gobierno de Maduro”. La respuesta de Pablo, dijo Mitzy, fue un escueto “Ahá” acompañado de una mirada neutra.
Me pregunto de qué material hay que estar hecho para responder así a alguien que te cuenta que su marido está en la cárcel, incluso si simpatizas con el régimen que le mantiene recluido. Ni Pablo Iglesias, ni por supuesto nadie de Podemos asistió a la reunión que mantuvo Ciudadanos con Lilian Tintori. De hecho, sólo PP y PSOE quisieron sumarse a un encuentro al que se invitó a todos los grupos. Lilian, puro acero en una carcasa de rubia fragilidad, nos habló de las esperanzas del pueblo venezolano. Escuchar a esa mujer valiente, que se enfrenta a las humillaciones de los esbirros chavistas para ver a su esposo durante unos minutos, le hace a uno recordar que hay personas que ennoblecen el mundo. Un solo cabello de Lilian o de Mitzy contiene más coraje que todo el ejecutivo venezolano. Es difícil imaginar cómo transcurre el día a día de estas mujeres que viven amenazadas y solas, disimulando ante los suyos la angustia que les aprieta el alma cada vez que se preguntan cómo estará Leopoldo, como estará Antonio, tendrán frío, habrán comido algo, les habrán pegado.
Imagino que cada día se levantan tragándose las lágrimas para iniciar una nueva jornada de lucha. “Hago esto por amor”, dijo Lilian, y nunca la frase tuvo más sentido. Lo recordé cuando leía ese escrito inclasificable con el que Iglesias quiso arengar a los suyos y que tituló, en un alarde de cursilería, “Defender la belleza”. Negándose a escuchar a Mitzy y a Lilian, Pablo se está perdiendo la posibilidad de aprender dónde están las cosas verdaderamente bellas.