¿Es posible que el candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno que menos votos ha recibido nunca, repita como aspirante a La Moncloa seis meses después de tan infausto récord? Lo es. Y ello es así por la habilidad de Pedro Sánchez en el manejo del calendario y por las dudas de Susana Díaz -la líder con más auctoritas hoy en el partido-, que no ha sabido encontrar el momento oportuno para presentarse como su relevo.
Todo habría acabado si, tras el descalabro del 20-D, el partido hubiera asumido la derrota y hubiera buscado un recambio en la dirección. No se hizo en ese momento y se permitió a Sánchez iniciar unas negociaciones de resultado muy incierto que se han alargado en el tiempo. Este mismo miércoles, cien días después de los comicios, el secretario general de los socialistas se entrevistará aún con Pablo Iglesias en busca de un acuerdo.
Bien es cierto que Sánchez ha sabido jugar sus cartas y ha demostrado mérito político. Lo hizo al sellar el Pacto de El Abrazo con Albert Rivera, gracias a la torpeza de Rajoy, que le dejó el camino expedito. Lo hizo también en la segunda jornada de la sesión de su investidura, con buenas intervenciones parlamentarias.
Calendarios solapados
El calendario ha corrido y corre a favor de Sánchez. Sus conversaciones para seguir intentando ser investido presidente tienen como fecha límite el 2 de mayo: si no logra su propósito, ese día se convocarán automáticamente nuevas elecciones para el 26 de junio. Pero al solaparse el calendario institucional con el interno del PSOE, la dirección socialista acaba de proponer que el congreso del partido previsto para mayo -en el que debía elegirse secretario general- se aplace sine die. Y lo lógico es que el comité federal del próximo sábado ratifique esa propuesta.
Tiene todo el sentido que, en medio de las negociaciones para lograr la investidura de un candidato socialista, rehúyan en su partido el debate precongresual. De otra forma, quedaría la sensación de que a Sánchez se le mueve la silla de forma prematura. Así mismo, si Susana Díaz maniobrara para imponer ahora el congreso esta primavera, daría imagen de arribista. Pero es que, además, la dilación de todo el proceso poselectoral impide ya, de facto, convocar primarias en el PSOE para elegir al candidato a la Moncloa.
Conclusión ilógica
Si acaba habiendo nuevas elecciones generales en junio, los socialistas habrán perdido una gran ocasión para competir con sus mejores armas. Porque, a ese respecto, pocos tienen dudas en cuanto a que Díaz es la persona que podría garantizar a su partido los mejores resultados en las urnas. Antonio Miguel Carmona va incluso más lejos y afirma hoy en una entrevista en EL ESPAÑOL que la presidenta andaluza es "el principal activo político que tiene España en estos momentos".
Al final, todo ha devenido en el PSOE una gran contradicción a partir de pasos que parecen cuerdos. Porque es acertado dejar a Sánchez intentar formar gobierno, como es oportuno aplazar el congreso socialista para no interferir en las negociaciones para la investidura, y es correcto no saltarse las normas internas para convocar unas primarias en las que elegir otro cabeza de cartel. Esa lógica, derivada de la habilidad de Sánchez en el manejo del calendario, lleva a la conclusión absurda de que el PSOE puede acabar no presentando a su mejor candidato.