Leo este martes a primera hora que Miguel Bernad, máximo responsable de Manos Limpias, está pensando seriamente en cerrar su chiringuito y retirar todas las denuncias que tiene presentadas su sindicato en los juzgados y tribunales de toda España. Leo también a primera hora, en la página siguiente del mismo periódico, que esta disolución libraría al instante a la infanta Cristina de Borbón del banquillo del ‘caso Nóos’ por falta de acusación. Leo luego a media mañana que no, que el entorno de Bernad dice que por ahora no va a retirar denuncia alguna… Esto apesta a convoluto.
¿Convoluto? Guido Brunner, alemán nacido en Chamberí y el que fuera embajador de su país en Madrid entre 1987 y 1992, hizo famosa esta palabreja en sede judicial cuando la utilizó para referirse a un paquete que alguien le entregó en la legación alemana. El supuesto paquete era en realidad un talón de 150 millones de pesetas de la automovilística Seat para comprar voluntades y para que una empresa alemana se hiciera con un tajo importante del AVE. “No sabía lo que había en este convoluto” declaró en los tribunales Brunner y desde entonces esta expresión, que sorprendentemente no está aceptada por la RAE, es de uso común para explicar lo inexplicable en el siempre sorprendente y asqueroso universo de la corrupción cinco estrellas.
Ahora vuelve de nuevo el convoluto para intentar marear la perdiz que sobrevuela sobre Cristina de Borbón con el claro objetivo de que se canse y se venga abajo; me refiero a la perdiz, claro. Primero se filtraron las sospechas sobre Manos Limpias y Ausbanc. Luego se metió en la cárcel a los líderes de ambas asociaciones por haber exigido presuntamente dinero al entorno de la infanta para retirar la acusación contra ella. Después se pidió la expulsión de la abogada de Manos Limpias del juicio del ‘caso Nóos’ en base a lo anterior. Ahora, como el tribunal que juzga a la hermana de Felipe VI se negó a dicha expulsión, se especula con la posibilidad de que el sindicato retire todas las denuncias, lo que provocaría la exoneración automática de Cristina de Borbón. ¿Cuál será el siguiente paso para tratar de salvar a la infanta? Insisto: esto apesta a convoluto.
Porque la vergüenza de este caso no es que la sombra de la duda planee –que planea pero no desde que arrancó el ‘caso Nóos’ sino desde mucho tiempo antes– sobre Bernad y Pineda; lo verdaderamente ignominioso de todo este convoluto es que tuvo que ser Manos Limpias la que hiciera el trabajo que ni la Fiscalía Anticorrupción, ni la Abogacía del Estado, ni Hacienda ni Dios han querido hacer desde que arrancó la historia: tratar a Cristina de Borbón y Grecia, hija de un rey y hermana de otro, como si fuera una ciudadana más. Simplemente.